Estar cerca de los ochenta años con tan pocas dolencias, me hace sentir feliz. Viajé por casi todo México; también viajé por Europa cuando salir del país era una odisea reservada a unos pocos. Hoy observo que muchos jóvenes salen a otras partes del mundo. Qué bueno, porque los viajes ilustran y nos dejan la grata sensación de lo que es y puede ser el mundo creado por los seres humanos. Nos muestran con certeza que nuestro México lindo puede ser mejor, porque lo que han logrado otros seres humanos, igual nosotros lo podemos lograr.
Disfruta tus experiencias, que aun las más ingratas nos dejan enseñanzas. No te amargues por ellas. Detente en cada momento de tu vida y haz una profunda, o cuando menos, una sencilla reflexión. Piensa en lo que vas dejando a tu paso. Alegre o triste, doloroso o placentero, ese momento es parte de una cadena de tu existencia. Es la historia de tu vida. No es cualquier cosa. Es aquello que vas sembrando en la rueda de la existencia y que cosecharás más adelante, muchas veces sin darte cuenta.
Son los frutos que nacieron de tus actos. Casi todas las religiones lo dicen, y las viejas filosofías que condensan el sentir de los pueblos y reproducen sus experiencias vitales, lo expresan en miles de modos para que las entiendan miles de mentes con miles de forma de pensar e interpretar al mundo. A esta filosofía no la ignores, ni menosprecies las experiencias de los demás, porque ellas actualizan tus saberes.
Si eres liberal e inteligente, desarrolla tu propia filosofía y encontrarás muchas similitudes. A los que viven como hojas al viento, todo les da igual. Se pierden en la urgencia que les imponen las circunstancias y las voluntades ajenas, y borran lo importante y necesario que es su impronta, vital e imprescindible.
Al iniciar los setenta, Og Mandino se hizo famoso por recordarle al mundo que todos somos vendedores de algo. Utilizamos el trueque de épocas prehistóricas para interactuar en el intercambio cotidiano de afectos, ideas, valores y conocimientos. Lo que das, recibes. Así que no pienses primero en recibir porque tú eres el que propone el trueque: lo que das, recibes.
Cuando hablo de ancianos, tengo en mi mente a Umberto Eco, José Saramago, Stephen Hawking, Winston Churchill, Giuseppe Verdi, Nelson Mandela y muchos otros que en una edad tardía producen, son lúcidos y están activos. En tanto que sigamos pensando, tenemos que continuar.
Prefiero pensar en la gerontocracia que en un asilo de ancianos, en la plasticidad cerebral que en el deterioro propio de la edad, en la capacidad del sistema nervioso para cambiar su estructura y su funcionamiento que en la muerte neuronal por las enfermedades de la vejez o por la falta de actividad del cerebro.
En fin, que prefiero pensar en la posibilidad de que la neuroplasticidad permita a las neuronas regenerarse tanto anatómica como funcionalmente y formar nuevas conexiones sinápticas, que imaginar un cerebro seco, inerte, débil por la falta de uso y ejercicio.
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