La familia todavía es la célula de la sociedad. Por lo general en ella hay una figura fuerte en la conducción de los destinos de cada hogar. Puede ser el padre, la madre, alguno de los abuelos, o alguna otra figura que adquiere tal grado de autoridad moral. Esa “figura fuerte” en gran medida es la responsable en satisfacer las necesidades básicas de sustento, habitación y formas de interacción para generar ambientes (preferentemente) de armonía, emociones sanas, identidad y cohesión hogareña, formas de interpretar la vida, de resolver problemas y la manera de reaccionar ante los estímulos externos.
Las relaciones familiares influyen significativamente en el desarrollo físico y emocional del individuo, pues es ahí donde se reciben las primeras impresiones de vida. Por ello es relevante nombrar a la familia como la principal formadora en las pautas de comportamiento. De acuerdo a esto, el niño sabrá relacionarse posteriormente con otros sujetos, socializar sus emociones, sentimientos y necesidades, que más tarde complementará en la escuela desde la fase inicial o preescolar en adelante.
Es relevante cómo la educación que se concede en la familia promueve o dificulta la relación de los niños fuera de su entorno familiar. Institución social por excelencia, en ella el niño aprende las nociones básicas para vivir en sociedad, construye el concepto que tiene de sí mismo y alcanza una identidad personal. La familia aporta la primera y fundamental educación, esa que se aprende sin recibir ningún documento escrito, pero que se proyecta en la forma de ser.
La familia es el tipo de comunidad perfecta. En ella se unen todos los aspectos de la sociedad, económicos, jurídicos, socio-culturales, de convivencia y formación de la personalidad. Podríamos explicarla como una estructura social básica en la que padres e hijos se relacionan entre sí a través de lazos afectivos y en donde se aprenden los valores. La práctica de éstos constituye la base para el desarrollo y progreso de la sociedad.
La familia se halla inmersa en una cadena emocional continua y constante. Es fundamental analizar nuestras emociones y la manera de expresarlas y dejarlas salir, ya que el clima familiar está determinado por lo que sentimos, cómo lo sentimos y cómo expresamos emociones y sentimientos.
La desintegración familiar se manifiesta con la ruptura de los lazos principales que unen el núcleo familiar provocando el rompimiento de los roles de sus elementos,
afectando el desarrollo de sus integrantes y dando como resultado la insatisfacción de las necesidades primarias de sus miembros menores. El divorcio es una palabra común en los matrimonios más jóvenes de ahora.
El Consejo Nacional de Población asegura que en México las familias y los hogares se han transformado. Actualmente hay 35 millones de hogares, de los cuales 10 millones son encabezados por mujeres. En 2020, de acuerdo con las Proyecciones de la Población de México 2016-2050, en el país residen 127.8 millones de personas, de las cuales 20.6 por ciento son niños y niñas menores de 12 años, 30.7 por ciento son personas jóvenes de 12 a 29 años, 37.4 por ciento son personas adultas de 30 a 59 años y 11.3 por ciento son personas de 60 años y más.
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