Mientras todo mundo se encuentra preocupado por los efectos colaterales de la pandemia –muchos, según vemos– y con el retorno mutado del H1N1 y hasta de la peste negra, quiero distraerles pensando en lo contrario: los sueños de conservar la salud y la energía en forma indefinida. Invitarlos, encerrados en casa, a fantasear con la tecnología y los avances de la medicina y las ciencias biológicas, recordando a Dorian gray, la eterna juventud, o la posibilidad de prolongar la vida en buenas condiciones de salud.
Entre la literatura sobre la salud y la longevidad, me encontré un libro sencillo y ameno titulado “¿Es posible frenar el envejecimiento?” (Batiscafo, 2016, España), del médico-escritor Salvador Macip Maresma, joven español doctorado por la Universidad de Barcelona, quien escribe sin tantos tecnicismos y aporta una bibliografía suficiente.
En 2013, cinco investigadores destacados a nivel mundial sobre el tema del envejecimiento publicaron un artículo que buscaba resumir los mecanismos biológicos y moleculares que lo propician (López-Otín et al, “The Hallmarks of Ageing”, 2013). Son nueve las marcas que disparan el envejecimiento en las células, los tejidos y el organismo, bajo el nombre de senescencia celular, pérdida de células madre, inestabilidad genómica (daño al ADN), acortamiento de los telómeros (están en las puntas de los cromosomas), cambios epigenéticos (cambios químicos del ADN), disfunción mitocondrial (relacionado con la oxidación), alteración de las proteínas, desregulación de los mecanismo de nutrición, y problemas de intercomunicación celular.
Este conocimiento, todavía insuficiente para frenar el envejecimiento, ha dado alas al mercado que ha saturado de ofertas (yogures, cremas, inyecciones, aparatos magnéticos, hormonas, extractos glandulares, suplementos alimenticios, etcétera) para aquellos que se ilusionan con alcanzar una longevidad activa. La falta de control de estos productos ya ha causado algunos percances lamentables.
El estudio de terapias para contrarrestar el efecto de los años es una disciplina científica seria. Vencer los estragos de la edad es el objetivo, pero hay que esperar a que los científicos confirmen sus resultados preliminares. Lo contrario podría ser hasta peligroso. Probablemente en la combinación de lo expuesto en el tercer párrafo está la base de posibles tratamientos. El tiempo lo dirá.
Las estrategias generalmente van en dos sentidos: aumentar la esperanza de vida mejorando las condiciones y tratamiento de enfermedades como el cáncer, Alzheimer, diabetes, hipertensión, cardiovasculares, se ha trabajado hasta hoy. Otro punto de vista permite pensar en ir más allá, en encontrar la manera de frenar los procesos de envejecimiento y extender el periodo de vida sana y activa, aunque a la luz de los avances de la ciencia todavía faltan elementos.
Los mecanismos biológicos, a nivel de células y moléculas, explican por qué nuestros cuerpos envejecen. Pero el resultado de las investigaciones no parece sostener la idea de que exista un reloj biológico-genético cuyo curso sea inmutable, a pesar de que desde pequeños nos habituamos a mirar la vejez y admitirla como un proceso natural de la vida humana.
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