La educación ha seguido un largo proceso evolutivo desde la educación para la sobrevivencia hasta la educación para trascender a las nuevas generaciones. La primera era espontánea, para la vida, enfocada para adaptarse al medio, alimentarse, arroparse, convivir en pequeños grupos que se prestaban ayuda mutuamente y seleccionar espacios habitables. Si los pueblos primitivos carecían del concepto de escuela, no les impedía realizar todo un proceso social educativo encausado por la religión, las tradiciones y sus necesidades.
La segunda, en cambio, fue de élite. Con la invención de la escritura y el desarrollo de las grandes civilizaciones, la educación comenzó a ser impartida de manera más estructurada y organizada. Un precedente muy significativo de lo que ahora se entiende como la labor docente de un maestro, lo podemos encontrar en la Grecia Clásica, particularmente en Atenas, con los sofistas que se decían practicar “la profesión de enseñar la sabiduría”.
En las antiguas Grecia y Roma la docencia terminó teniendo una función política de preparar a las élites para el buen gobierno de los ciudadanos. No valoraban el trabajo manual como nuestros ancestros, pero proyectaban una cultura general que trascendía los interese locales y del imperio. (Moacir Gadotti, 2004, p. 31)
En la Edad Media, el docente era el clérigo. Durante los siglos XVIII y XIX la pedagogía se vuelve una ciencia social sistemática y el maestro se convierte en instructor de los menores. Los jesuitas destacaron aplicando nuevas técnicas de aprendizaje y en el siglo XX la pedagogía madura como ciencia y, según algunos pensadores, además, como el noble arte de enseñar.
Las escuelas públicas son el laboratorio para poner en práctica las diferentes teorías pedagógicas y, después de la Segunda Guerra Mundial, el Estado del Bienestar declara a la educación como un derechos fundamental y comienza el recorrido de los derechos humanos. En casi todo el siglo XX imperan las corrientes que derivan del conductismo basado en Pavlov (Watson, Skinner), por ejemplo, la enseñanza programada y los aportes a la educación especial, creando un verdadero paradigma en la didáctica y dentro de la organización del quehacer educativo.
A decir de Teresa González (Historia Caribe No. 33, 2018) el siglo XX “ha sido una centuria de cambios, de conflictos, de avances, de progreso científico, tecnológico, social y educativo”. En educación se alcanzaron innumerables reformas y se
generalizó la educación pública en la mayoría de los países. Se destaca la importancia de la supervisión educativa, la organización escolar, el desarrollo científico, el conocimiento de los educandos, las innovaciones y técnicas pedagógicas, la conformación de la educación básica, los conceptos de obligatoriedad para reducir el analfabetismo, los centros de formación docente.
Comienza a infiltrarse la utópica idea de que la educación, sin ser una panacea, contiene el poder de cambiar la vida de los futuros ciudadanos del mundo. En 1983, desde la Universidad de Harvard, Howard Gardner publica la Teoría de las Inteligencias Múltiples y en 1990 se celebra en Jomtien, Tailandia, la Conferencia Mundial sobre Educación para Todos como un nuevo inicio global destinado a universalizar las necesidades básicas para el aprendizaje de niños y adultos.
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