Estas notas, basadas en El Correo de la UNESCO Julio-septiembre 2017, plantean el dilema de la verdad y la mentira en los medios de comunicación: en la imprenta, radio, televisión, internet, celulares inteligentes, etcétera. La aparición de los hoy considerados medios de comunicación e información revolucionó en su momento a la humanidad a tal grado que han cambiado el modo de obtener la información, el estilo de vida, la organización social y laboral, la exploración del mundo natural y social y las relaciones de convivencia.
Cuando el periodismo –televisivo, radiofónico, impreso o digital– olvida los principios éticos y pierde los valores fundamentales, se pierden la credibilidad y su razón de ser. Si las redes sociales no se manejan con estos mismos principios éticos, crean confusión e inestabilidad, pierden los valores fundamentales y extravían el beneficio de proporcionar información útil a la sociedad. El dilema de reglamentar la deontología periodística sin caer en el riesgo de la censura, plantea un asunto muy difícil y grave.
Dice Irina Bokova, Directora General de la UNESCO, que la aparición de cada uno de estos medios de comunicación e información planteó en cada ocasión la posibilidad de eliminar a sus predecesores: la radio acabaría con la prensa escrita, la televisión con la radio y los medios digitales con todos los demás… Sin embargo, el devenir puso de manifiesto la complementariedad, provocación e interacción entre los diferentes medios informativos, que se hacen eco unos de otros amplificándose mutuamente.
«¿De dónde procede la información? –Continúa Bokova– ¿Cómo se elabora? ¿Quién garantiza su calidad? ¿Cómo distinguir lo verdadero y lo falso en esa enorme telaraña tejida por miles de millones de informaciones llegadas de todas partes?» Los complejos procesos de los medios informativos modifican las funciones tradicionales de los productores, difusores y consumidores. La profusión de noticias falsas o manipuladas, así como el riesgo de que el público quede aprisionado en “burbujas de información” creadas mediante algoritmos, abren nuevas interrogantes sobre la libertad de expresión y la diversidad cultural.
La calidad de la información –insiste Bokova– es un factor determinante en la formación de la opinión pública. De ahí que la UNESCO insista especialmente en la importancia de la educación básica sobre los medios y la información, para construir una competencia crítica y selectiva en el ciudadano del siglo XXI. Por ejemplo,
según Aidan White, director de la Red de Periodismo Ético en la Gran Bretaña, «Los gigantes tecnológicos como Google, Facebook, Amazon y Twitter, difunden informaciones en un entorno exento de valores».
Pese a todas sus virtudes liberadoras, la revolución de la información ha resultado ser una espada de doble filo. No sólo los periodistas deben vigilar su lenguaje y respetar los hechos; toda persona que tenga algo que decir en la esfera de la información pública (verbigracia, en WhatsApp) debe comportarse con comedimiento y sentido de la ética.
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