La pandemia pone de manifiesto el alcance de las desigualdades sociales, económicas, culturales y de diversas maneras de pensar, especular, creer y apegarse a las tradiciones familiares, así como de los diversos niveles de conciencia personal y colectiva. Es un excelente termómetro que mide los niveles de comprensión, compromiso, colaboración social y participación civil.
Ese termómetro es el conjunto de evidencias y valoraciones que realizamos del entorno y de nosotros mismos. Por ejemplo, para medir las emociones servirá para detectar los estados de ánimo, alegres o tristes, contentos o enfadados. Todos los días debe ser utilizado y en cada persona suele ser distinto. Por ejemplo, habrá quienes entre más alta sea la temperatura emocional, mejor se sienten. Otros a la inversa, se sienten mal o se estresan.
Este termómetro también se puede aplicar en forma de evaluación al gobierno, al interés por preservar el bien común, al equilibrio en la toma de decisiones que afectan a la población en lo social, económico, cultural y político. A la forma de proveer lo necesario para compensar las brechas. A las acciones con visión futura, pertinentes y adecuadas. A la capacidad de interpretar el sentir social. A la manera de resolver los problemas que aquejan a la sociedad.
En campaña, ese termómetro se lo apropian los partidos políticos y lo devuelven al pueblo, a sus seguidores, a través de consignas, sofismas y verdades a medias que como cápsulas medicinales pretenden conducirlo a un estado acrítico, adormilado, por los caminos del interés personal y de grupo que a ellos les conviene. Es la otra realidad de México, la maquillada, la simulada, la que no corresponde a lo que se vive en el andar cotidiano.
La evaluación de la política social del país siempre ha estado intervenida y encubierta por los intereses de grupo. Muchas instancias se han gestionado desde la primera transición política nacional a la fecha, que han contribuido a mejorar la rendición de cuentas, la transparencia, la participación social, la eficiencia y la eficacia social de las acciones del gobierno, orientadas a mejorar el bienestar de la población. Esas instituciones se deben perfeccionar, de deben aplicar a mayor profundidad y en igualdad sustantiva, pero por ningún motivo desaparecer.
El arma ciudadana del voto razonado, analizado, que lleva a un candidato a convertirse en gobernante, es el primer paso en la participación decisiva del ciudadano de la calle. Del empleado, de profesional o trabajador libre, que viene
siendo el que más sufre los errores, los abusos, la prepotencia y el momento mágico en que ese gobernante se introduce en el poder y decide servir o servirse del pueblo.
El voto determina, el voto decide, el voto causa un efecto que dura el periodo del encargo. Por tiempos que van de tres a seis años, el ciudadano compromete su bienestar y transfiere poderes y facultades a quienes juran cumplir un trabajo que ya está estipulado en la ley. Ese gobernante electo tiene la obligación de cumplir y hacer cumplir las leyes, lo que perfecciona el estado de derecho. Ciudadano: tu voto es muy importante.
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