Gilberto Nieto Aguilar
Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), médico español, dijo en su tiempo que las neuronas eran «células de formas delicadas y elegantes, las misteriosas “mariposas del alma”, cuyo batir de alas quién sabe si esclarecerá algún día el secreto de la vida mental». En su época, con un microscopio, era difícil penetrar ese secreto; pero un siglo después la ciencia moderna ha ido develando los recónditos misterios de la mente humana.
El cuarto volumen de la colección Neurociencia y Psicología se titula “Las neuronas espejo”, escrito por Silvina Catuara Solarz, española doctorada en Neurociencia. El cerebro construye de manera natural lo que los novedosos dispositivos de realidad virtual intentan reproducir. Permite simular situaciones y experimentar los sentimientos de los demás, presentir sus intenciones, reconocer sus acciones y hasta ponerse “en el lugar del otro”, a pesar de que no haya coincidencia en el estado mental de ambos.
Nuestro cerebro está dotado de manera natural para estos efectos de esta “duplicación” y simulación de la realidad que nos rodea, que ha buscado la cultura humana, tanto en el terreno de la fantasía como en el de la investigación científica. Es tal la naturalidad con la que extraemos esas conclusiones –dice la autora–, que se corre el riesgo de perder de vista una cuestión fundamental: ninguna de ellas es necesariamente tal y como se percibe.
Gracias a la posibilidad de anticipar las conductas de otros, podemos suponer acontecimientos próximos y actuar en consecuencia, lo que reduce los riesgos y aumenta la probabilidad de salir airosos o evitar el conflicto social en la convivencia, porque la capacidad de experimentar las emociones de los demás o empatizar con ellos facilita la interacción social.
Utilizar la información que obtenemos para identificar, interpretar y comprender la conducta de las personas del entorno, es algo que se hace de manera constante y casi automática. Esta facultad se desarrolla desde pequeños y persiste a lo largo de la vida. Aunque ha sido objeto de estudio hasta fechas muy recientes, el interés ha existido desde épocas remotas.
Un grupo de neurocientíficos de la Universidad de Parma, en 1991, hizo un asombroso descubrimiento mientras estudiaba el sistema nervioso en primates, que produjo un hallazgo imprevisto para identificar el fundamento neurobiológico en la comprensión de las acciones y estados mentales de “las otras personas”. Son las
neuronas denominadas “espejo” «que se activan tanto cuando llevamos a cabo una acción como cuando la observamos en los demás… y que ha proporcionado una base celular y neuroanatómica para comprender la interacción social, la empatía y la interpretación de las acciones de los demás».
Los niños aprenden muchas cosas por imitación. Los adultos lo continuamos haciendo a lo largo de la existencia apoyados en la capacidad de discernimiento. Por eso aquello de “no importa lo que digas, enseñas con lo que haces”. En este momento crítico, en que han crecido los contagios y muertes en Veracruz, debemos cumplir las indicaciones preventivas de salud y crear la bolita de nieve que crezca haciendo que los demás, si no se interesan por su propia salud, se unan “aunque sea por imitación”.
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