Uno de los mayores azotes de la humanidad ha sido la peste negra, considerada una de las más grandes plagas de la historia. Las rutas comerciales y los puertos marítimos en el pasado jugaron un papel importante en la propagación, asociando la lentitud de los contagios con la lentitud de la movilidad de aquella época. Hoy la movilidad es un relámpago. Esta plaga, que pudo transmitirse de las ratas y las pulgas a los humanos, siguió una cadena de contagios que se propagó en distintas épocas y por diferentes regiones del mundo.
Entre los años de 541 al 543 d.C. atacó al Imperio Romano de Oriente, o Imperio Bizantino, así como a otras partes de Europa, Asia y África. El Imperio de Justiniano estaba en su esplendor, pero las consecuencias económicas sufridas fueron desastrosas pues le obstaculizó la recaudación de impuestos, paralizó las actividades comerciales y devastó grandes núcleos poblacionales dedicados a la agricultura.
Todavía en 761 el emperador Justiniano luchaba contra la pandemia y estiman los historiadores que posiblemente fallecieron unos 50 millones de habitantes en la vasta geografía que afectó. El imperio aun tuvo que sufrir un tercer brote entre 594 y 597. (Edmundo Fayanas, Diario Nueva Tribuna, España).
En la Edad Media, 800 años después de que esta plaga entrara en escena, regresó a Eurasia alcanzando su punto máximo entre 1347 y 1353. Se considera que arrasó con un tercio de la población de aquella época. Giovanni Boccaccio escribió su colección de cien relatos titulada El Decamerón, en donde un grupo de amigos que escapan de la peste y se refugian a las afueras de Florencia, cuentan las historias. Esta obra tiene la gracia de ser plenamente renacentista, pues se ocupa de la naturaleza humana sin abordar temas religiosos o teológicos.
Un nuevo brote surge en 1855. Aparece en Yunnan, China, se extiende a Cantón, Hong Kong, India y Asia Central a través de las rutas marítimas. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, la pandemia se consideró activa hasta 1950, cuando los fallecimientos a nivel mundial descendieron hasta desaparecer.
Las enfermedades forman parte de la historia de la humanidad. En la actualidad nos tiene de cabeza el coronavirus, pero desde que el ser humano empezó a organizarse en sociedad y a crear núcleos de personas que conviven juntas en un mismo espacio territorial, las enfermedades contagiosas han tomado un papel preponderante. A medida que la población mundial fue creciendo, las enfermedades
amenazaron con extenderse y afectar a varias regiones del planeta. Entonces se comenzaron a documentar las primeras pandemias y sus consecuencias, pues en ocasiones transformaron a las sociedades en las que aparecieron y, muy posiblemente, han cambiado o influido decisivamente en el curso de la historia. (Historia, National Geographic, mayo 2020).
Hoy las ciudades se repliegan cuando alguna autoridad prohíbe el ingreso de fuereños sospechosos de contagio. En otras parece que nada importa o que la habitan superhombres y supermujeres, como en Xalapa. La propagación y la amenaza de muerte están en todas partes, en la convivencia, los comercios, las calles y, sobre todo, en la obtención del sustento diario. Los cambios sociales y económicos se dan por la fuerza, bajo la amenaza de nuevos brotes, como en China. Pero, eso sí, se prevé el lucro a gran escala en varios rubros del quehacer humano.
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