La pandemia tiene a muchas personas preocupadas. En algunos ámbitos hay temor; en otros consternación y dolor; y, claro, no podíamos dejar de mencionar a los despreocupados que deambulan por todas partes como si nada, al parecer inmunes a cualquier contagio, quizá psicológicamente predispuestos a que no pasa nada, armados con una coraza de indiferencia y escepticismo. Mientras no contagien a nadie, su actitud es digna de observación y análisis.
La Naturaleza también está preocupada, pero esto parece no inquietar a la humanidad, a pesar de que todos somos testigos de sus violentos arrebatos. El cambio climático se manifiesta en diversas formas contradictorias: más frío, más calor, más lluvia, más sequía, huracanes, terremotos, sunamis. El cambio climático se manifiesta con la alteración de los estados naturales, los cuales, ya lo sabemos, en distintos momentos presentan fenómenos que desconciertan y atemorizan, pero que se vienen repitiendo con mayor regularidad en las últimas décadas.
Somos testigos de los cambios climáticos en los últimos cincuenta años. El clima de Xalapa es otro. La alteración de las estaciones del año, el calentamiento del planeta que se aprecia por todas partes y se refleja en los deshielos y las aguas del océano, que han crecido “comiéndose” algunas playas de la costa veracruzana, como pueden constatar los lugareños que viven en esas regiones.
De alguna manera, el imaginario colectivo y las grandes religiones han apuntado a un fin del mundo. Esto no tendría que ser necesariamente así, si el ser humano fuese más solidario, comprensivo y responsable con el papel que juega en la gran aldea global, en la casa compartida de todos los seres humanos, y apreciase las formas de vida que se interrelacionan en el grandioso ecosistema que la naturaleza percibe en peligro.
Han ocurrido grandes pandemias como la peste negra en la Europa de 1348, que se ha seguido presentando, pero con mayor control sanitario. Y ha habido otras que, en su momento, asolaron a grandes regiones o grupos humanos, como la viruela, el cólera, la gripe española, la gripe asiática (aviar), el ébola, el H1N1, el sida y las predecesoras del Covid 19 como el sars y el mers.
En varios libros de la Biblia (Éxodo, Jeremías, Isaías; Matías, el libro de los Reyes) se mencionan las epidemias que han asolado a la humanidad antes de Cristo. Hipócrates, Aristóteles, Ovidio, Plinio el Viejo, entre otros, también dejaron constancia de grandes epidemias en la antigüedad. El elevado costo de vidas
humanas a lo largo de la historia nos hace reflexionar acerca del valor y significado de las decisiones relacionadas con la supervivencia humana, las estrategias sanitarias y las políticas adoptadas por los gobiernos para el bienestar de la sociedad.
La crisis actual también es ontológica. Involucra el estudio del ser, la existencia, la realidad y las relaciones de “ser en cuanto ser”. En la Grecia Antigua, Platón y Aristóteles estudiaron este concepto que muchas veces se confunde con la metafísica. Ser o no ser, estar o dominar, ser o tener, ciudadano de un país o del mundo, pensar o dejarse llevar, conciencia de lo trascendental, del otro y de lo natural, de la vida y su continuidad.
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