No es posible saber dónde y cuándo se inventó la escritura. Pero en algún momento, hace más de 10 mil años, los humanos empezaron a hacer garabatos como una forma de seguir los ciclos de la luna y las estrellas, por ejemplo. Hace poco más de 5 mil 500 años, en Oriente Medio (Mesopotamia), se encuentra el primer uso evidente de símbolos escritos con la intención de llevar los registros de cuentas comerciales y de intercambio. (J. Barraza Ibarra, “El desarrollo de la escritura en las primeras civilizaciones”, Revista Realidad y reflexión, San Salvador, 2011).
La invención de la escritura se asocia con el comercio y con la organización de la sociedad, por lo que a partir de la extensión de su uso, el desarrollo de la civilización fue extraordinario. El conocimiento podía trasladarse de un lugar a otro y pasar de una generación a otra, pudiéndose incrementar, corregir, seleccionar. La escritura se perfeccionó y el arte literario se encargó de pulimentarla y hacerla eficaz en la transmisión de las ideas más complejas, refinadas y metafóricas.
Si bien la escritura se convirtió en una herramienta poderosa para el desarrollo humano en todos los sentidos, trajo el problema de su interpretación, es decir, la lectura. No todos tenían acceso a descifrar las grafías. Hoy casi todo mundo tiene acceso a la escrituras y a la lectura, aunque la poca práctica de ambas lleva a deficiencias funcionales que anulan su eficiencia social. La escritura está muy asociada con la lectura, en un binomio excelente para una vida llena de creatividad en cualquier actividad humana.
En cuanto al lenguaje oral, su origen se remonta en el tiempo y es un tema complejo y controvertido. Las hipótesis suelen concordar en que primero fue el lenguaje gestual y gutural para señalar cosas y acciones básicas y elementales. Los homínidos de hace unos dos millones de años posiblemente comenzaron a usar las cuerdas vocales en el lenguaje gutural y a establecer sonidos fijos para ciertas cosas.
El lenguaje no puede ser explicado fuera de un contexto interno de la cultura simbólica humana, la cual seguramente fue un factor fundamental para el desarrollo del lenguaje y del mundo del pensamiento y las ideas de los primeros y diversos grupos humanos. El lenguaje servía para expresar esa cultura alcanzada. El Homo Sapiens, con la evolución del cerebro, sistema nervioso y músculos de la lengua, pudo articular con fluidez y variedad de sonidos, creando así las lenguas que hoy conocemos.
Se dice que hace unos 3,400 años surgió la oratoria como el arte de hablar en público, posiblemente en Sicilia, y se desarrolló primordialmente en la Grecia Clásica, donde fue considerada un instrumento para alcanzar prestigio y poder político. El orador era la principal figura que sabía qué y cómo decir su mensaje al tipo de público que tenía enfrente.
Las partes del discurso eran cuatro: el exordio, la exposición, la argumentación y el epílogo o conclusión. El más famoso orador de aquellos tiempos fue Demóstenes (384-322), en plena época de Platón y Aristóteles. Durante muchos siglos, la oratoria ocupa un lugar destacado en las universidades más famosas del mundo, por considerarla una habilidad fundamental para la vida y el ejercicio profesional. La oratoria, o el uso de la palabra en público, son de uso obligatorio en todas las esferas donde el hombre y la mujer desenvuelven su vida física, afectiva y laboral.
Actualmente, las Universidades de Harvard, Stanford, el Tecnológico de Massachusetts y otras universidades igualmente prestigiosas, ofrecen cursos presenciales y en línea sobre retórica y habilidades para hablar en público, para sustituir lo que el abigarramiento de asignaturas ha desplazado con el paso de los años. Aquí en Xalapa, también existen escuelas para oradores.
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