Para Umberto Eco, prestigiado intelectual de la Unión Europea, “Quien no lee, a los 70 años habrá vivido una sola vida: ¡Su propia vida y nada más! Quien lee, vive cinco mil años: habrá estado ahí cuando Caín asesinó a Abel, cuando Renzo se casó con Lucía, cuando Leopardi admiraba el infinito... porque la lectura es una inmortalidad al revés”.
Leer por leer, sin presiones académicas ni obligaciones externas, es el mayor placer de la literatura. Es un ejercicio cognitivo, un mover las neuronas y, si la lectura es debidamente seleccionada, una gran aventura para el espíritu y el intelecto. Gracias a la escritura y a las formas modernas de reproducción o copia de ejemplares, el porvenir de la lectura está asegurado, entendido como una actividad cultural, informativa o de deleite para el ser humano alfabetizado, sin importar la proporción que cada país o región alcance.
Hoy se produce, con funciones muy diferentes, una cantidad de textos mucho mayor de cuanto se haya producido jamás en los siglos pasados, incluyendo el siglo XX, abarcando gustos, preferencias, necesidades, asesorías, orientaciones, divertimentos, y cualquier otra cosa que tenga que ver con la naturaleza y las actividades humanas. Es una ocupación esencial para el desarrollo de importantes campos en los mundos de la burocracia, empresarial, ciencia, tecnología, educación, producción y, desde luego, para el equilibrio de la salud humana y el esparcimiento.
Según Robert Pattison, “La literacidad de la época de los faraones en adelante no ha padecido estragos, sino solamente cambios” (Cavallo y Chartier, Coord., “Historia de la lectura en el mundo occidental”, Taurus-Aguilar, México, 2006, p. 522). A decir de Romano Luperini, con los procesos de lectura diversificado y con tan buenas traducciones, a los intelectuales más rigurosos o sólo a los más honestos, no les será suficiente dar cuenta del privilegio accidental, o peor, al de su propio país, “sino que deberán medirse con el otro, con alguien diferente al que no siempre será posible exorcizar invocando la barbarie del atraso” (Op. Cit., p. 523).
Desde la Unesco se han hecho loables esfuerzos por impulsar la lectura y la comprensión de textos, pero ha faltado impulsar la capacidad y la habilidad de escribir, en donde habría un amplio campo para la creatividad y la imaginación, la
capacidad de comprensión lógico-matemática y la argumentación con variedad de fundamentos.
Al concluir el siglo pasado, los niños veían televisión antes de aprender a leer. Hoy manejan el celular y la Tablet antes de aprender a leer. En ambos casos oyen y miran en su idioma expresiones, ideas y costumbres de todas partes del mundo, sin el filtro mental que impone la cultura familiar y de su entorno inmediato, lo que implica una complicación en el desarrollo posterior del niño. Percibir, sentir y ponerse de acuerdo consigo mismo a tan tierna edad, puede dar la impresión de que la estimulación del cerebro se paraliza. Los niños digitales estarán superando esto sin la ayuda de los adultos.
gilnieto2012@gmail.com |
|