Los polos se funden, el ártico de derrite, el deshielo acaba con la tundra, se liberan gases de carbono, los ríos se contaminan o se agotan, los ecosistemas colapsan, todo lo cual pone en riesgo la vida en el planeta. ¿Serán nuestros nietos quienes enfrenten un cataclismo mundial? ¿Resistirá el planeta a otra generación humana? Los científicos no lo creen y se impacientan porque el ciudadano común lo comprenda y los gobiernos y líderes del mundo hagan algo al respecto.
Los ecosistemas están siendo devastados. Son sistemas biológicos constituidos por una comunidad de seres vivos y el medio natural en que todos ellos viven. Pueden ser pequeños como un charco o extensos como un bosque completo o una región amplia del planeta como el Amazonas. En cuanto a los deshielos, Groenlandia contribuye al incremento en el nivel del mar, pues la tasa de derretimiento se incrementó seis veces desde los años ochenta del siglo pasado hasta el año 2018 (National Geographic, septiembre de 2019).
Aun cuando la gran mayoría de los científicos creen que el calentamiento global es real y provocado por el hombre, el público en general es más escéptico. Hay quienes manifiestan que en la evolución del planeta, en varias ocasiones han existido glaciaciones y calentamientos como procesos cíclicos. No todos aceptan las evidencias de que la Tierra está sufriendo un calentamiento que puede ser peligroso, debido también a la explosión demográfica que contamina y destruye los espacios naturales.
Los que piensan que es falso el calentamiento, o no le dan importancia, no contribuyen a la preservación colectiva del medio ambiente, ni desarrolla una conciencia naturalista. Creo que las evidencias del sistema climático son inequívocas, como lo asegura la Sociedad Meteorológica Americana a través de una declaración formal y de muchos especialistas que por su cuenta o a través de los organismos de la ONU han expresado.
Deberíamos hablar más a menudo del calentamiento global, la previsión, los protocolos de Kioto y qué puede hacer el hombre de a pie. Los problemas de la contaminación, las industrias y los hacinamientos. Las ciudades, la población y el transporte. El agua y el equilibrio de la vida. Hábitat y ecosistemas. Océanos, mares, ríos y lagunas. Biodiversidad y especies en extinción. Las cadenas alimenticias y la calidad y abastecimiento de alimentos.
Las fuentes de energía, las industrias y los desechos tóxicos han sido parte del progreso. El estudio de la naturaleza y la sustentabilidad son parte del alivio al problema, que es el uso indiscriminado de los recursos naturales para mal de la vida. Los modelos a seguir y las diversas soluciones no tienen normas de exigencia más que el grado de conciencia de los líderes del mundo, los gobiernos de los países y el ciudadano que habita y transita por los caminos del pueblo y la ciudad.
Yuval Noah Harari nos previene de ese estado enajenante: «No hay manera de salir del orden imaginado. Cuando echamos abajo los muros de nuestra prisión y corremos hacia la libertad, en realidad corremos hacia el patio de recreo de una prisión más grande» (De animales a dioses, 22ª reimpresión, Random House, México, 2019).
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