En el cofre de recuerdos de cada quien se conservan como tesoros las memorias familiares y las de aquellos sucesos agradables que dejaron una huella en el devenir de los siguientes años. Los recuerdos de amor protagonizan un gran número de imágenes y escenas que la gente quiere retener. Pero también es de destacar la importancia del olvido selectivo de ciertos recuerdos, especialmente los traumáticos, porque puede ser beneficioso para la salud mental y el bienestar emocional perderlos como si no hubiesen ocurrido.
En esta época vivimos impulsados por las prisas, las banalidades que proyectan las redes sociales, los espacios personales egoístas, estrechos y faltos de estímulos; el dejar pasar las cosas sin siquiera mirarlas, mucho menos sentirlas, sufrirlas o disfrutarlas. Un mundo cada vez más complejo donde el ser humano se reduce en lugar de crecer. Donde la otredad se pierde porque no nos interesa. Donde nos debatimos en un estado de dependencia del cual a veces no somos conscientes.
Convivimos en diferentes espacios y no en todos arraigamos querencias. Nos gusta la familia, el trabajo, estar con los amigos, asistir a espectáculos sociales, a los deportes y alentamos diferentes hobbies, pero las prisas y las trivialidades nos destruyen el gusto. Hoy tenemos mucho más, pero disfrutamos mucho menos. Es como la información, jamás habíamos tenido tanta al alcance de nuestras necesidades, pero la mezcla con basura informática nos dificulta discriminar lo útil de lo superficial o de lo inútil. Incluso de lo falso y lo dañino. Mente débil, adicción fácil.
Pero regresando al recuerdo y el olvido, podemos decir que son procesos relacionados con la memoria, y que en cada persona tienen un distinto funcionamiento, que les permite recordar ciertas cosas y olvidar otras, incluida información que no les interesa, les causa algún daño o se resisten a ella. Tal vez el olvido sea un proceso involuntario que, en este caso, consistiría en dejar de recordar o “almacenar en la memoria” cierta información a la que se tuvo acceso.
En los procesos de olvido, como la pérdida de entrenamiento o de alguna habilidad, la neurociencia nos dice que tiene que ver con el debilitamiento de ciertas conexiones sinápticas, modelo que también se utiliza en el aprendizaje. Un ejemplo de ello es la lectura: no la ejercitas y las habilidades fundamentales que aprendiste en un principio se reducen a muy poca efectividad. Y la lectura es el ejercicio de la mente, constituye el gimnasio de muchas funciones cerebrales de gran importancia.
Estudiosos de la memoria como H. Ebbinghaus, B. Zeigarnik y E. Tulving, nos dicen que el olvido es necesario para el funcionamiento de la memoria, ya que permite que el cerebro se mantenga ágil y ocupado. Hay diferentes teorías del olvido, como el fracaso al evocar, la interferencia, el fracaso en el registro y el olvido motivado. El recuerdo y el olvido mantienen una relación de tensión porque el recuerdo es un constituyente del tiempo presente y el olvido implica una nulificación de saberes (https://psynthesispsicologia.es/memoria-y-olvido).
La metáfora de que la memoria es un almacén que guarda fielmente los recuerdos podría no ser tan exacta o cierta, pues aunque es el soporte de nuestra historia biográfica, comete errores y distorsiones, he inventa hechos que jamás ocurrieron. Siempre que recuperamos algún recuerdo, éste sufre cambios que pueden estar influidos por el estado de ánimo o la intención del recordante. Entonces, la memoria humana podría no ser un invariable reflejo de la realidad.
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