El 25 de noviembre pasado, en esta misma sección, en el artículo “Pandemia, niños y adolescentes”, comenté que la escuela es un foco potencial de contagios y es por ello que en el mundo las clases presenciales han estado suspendidas. No ocurre lo mismo en un centro de trabajo en donde concurren adultos en número limitado y la empresa puede exigir el cumplimiento estricto de reglas sanitarias, como guardar la sana distancia, usar cubrebocas y careta, lavarse las manos de continuo, controlar la temperatura, dictar medidas y protocolos de asistencia o roles de guardias, entre muchas otras prevenciones recomendadas.
Pero la escuela es otra cosa. En una escuela pública confluyen cientos de menores de todos los estratos sociales, de todas las costumbres, con religiones diversas, economías medias hacia abajo, que recorrerán las distancias de sus hogares a la escuela todos los días. Traerán de su hogar a la escuela, pero luego llevarán de la escuela a sus hogares lo que recojan durante el horario escolar.
Con los alumnos es bastante complicado forzar la aplicación de las medidas preventivas, cuestión que comprenden perfectamente bien los padres y madres de familia. ¿Cómo obligar a un niño inquieto a que conserve el cubrebocas todo el tiempo que esté en la escuela y en su recorrido al hogar? ¿Cómo instarlo a no acercarse demasiado a los demás, si lo más común es verlos abrazados compartiendo sus cuitas, dulces, alimentos y quizá hasta los cubrebocas?
Muchas escuelas no tienen los servicios sanitarios adecuados, con suficiente agua limpia; ni gozan de ingresos propios que les permitan comprar diariamente bastante jabón, gel, termómetros, adecuar el mobiliario, tener suficientes cubrebocas para las muchas emergencias que con toda seguridad se van a presentar en el transcurso de la jornada escolar. ¿Qué hacer con los niños cuya religión les impide usar el cubrebocas? En este caso, más que la intervención del Sector Salud, damos paso a la Comisión de Derechos Humanos.
Las escuelas puede ser el epicentro de los contagios y su extensión masiva ¿Qué pasará con las infecciones de Covid-19 cuando por alguna razón no se descubran a tiempo en la escuela? Se desconoce la verdadera incidencia del COVID-19 en niños debido a la falta de realización generalizada de pruebas de detección. La evidencia reciente sugiere que, en comparación con los adultos, es probable que los niños tengan cargas virales similares en nariz y garganta, lo que puede propagar el virus a otras personas con bastante rapidez (cdc.gov, 22/03/21).
El fin primordial que debe protegerse es la vida como el valor fundamental de la humanidad y de toda sociedad. Para lo demás siempre habrá tiempo. Aun cuando los alarmistas aleguen una generación académicamente perdida, les recuerdo que México ha generado varios escenarios similares y que no han sido por proteger la vida. En cambio, esta interrupción tiene consecuencias sanitarias (proteger el contagio masivo de niños, padres y maestros), contra las implicaciones educativas (modelos improvisados de enseñanza a distancia), personales (carencia de socialización) y familiares (ampliar la brecha de la desigualdad en muchas familias).
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