La Tierra está en peligro. Todo mundo lo sabe, todo mundo lo comenta. Pocos hacen algo por nuestro planeta. Problemas como el calentamiento global; la contaminación; el agua; la sobrepoblación, las ciudades, el transporte; los hábitats, los ecosistemas; los ríos, lagunas, mares y océanos; las especies amenazadas, la energía, la alimentación, industrias y desechos, sustentabilidad, recursos naturales y varias cosas más ponen en evidencia una catástrofe para el futuro próximo.
Los acuerdos, tratados, protocolos y convenciones internacionales, como el famoso Protocolo de Kioto, así como el Derecho Ambiental para preservar y proteger el medio ambiente de la contaminación, la destrucción de la biodiversidad, los recursos naturales y los efectos no deseados de algunas tecnologías, han sido solo palabras y letra muerta en esta lucha que perdemos cada día con mayor rapidez.
La ecología ambiental va de la mano de la ecología política. La primera es el estudio de las relaciones existentes entre los organismos vivos con su ambiente físico, y la segunda el estudio de las relaciones entre los factores políticos, económicos y sociales con los conflictos y cambios ambientales. Lamentablemente no basta la voz de los científicos, los ambientalistas, las ONG, la población civil, si no existe un entramado legal que rija las acciones de prevención y las ponga en marcha.
La buena voluntad ciudadana resulta insuficiente porque muchos individuos no la ejercen. Nos falta una cultura del cuidado del medio ambiente y sus ecosistemas y el ser humano es altamente destructivo con la naturaleza. Así que estamos en manos de la voluntad veleidosa de los gobernantes del planeta, formales o no. Dependemos de las decisiones que tomen ellos, pero sobre todo, de lo que realmente hagan a favor de este tema vital.
Desde 1960 las investigaciones ecológicas identificaron que el fósforo y el nitrógeno, presentes en los detergentes para ropa, los pesticidas y fertilizantes, afectaban la calidad del agua en lagos y ríos. La población mundial era de alrededor de 3,100 millones de habitantes. Con la sobrepoblación actual (7,800 millones de habitantes) y los avances de la ciencia mal aplicados y carentes de ética y cuidado de la naturaleza, 60 años después los problemas han crecido desmesuradamente.
La ecología política es un campo interdisciplinario emergente, en constante construcción como un espacio teórico y analítico de relevancia para hacer evidente el deterioro del planeta. El ser humano imagina y quiere un planeta sin contaminación, sin vastas regiones con hambre, que frene el cambio climático y
respete los derechos humanos. Pero no sabe cómo podrían hacerse realidad estos deseos.
Para el ciudadano son muchas las cosas sencillas que podría integrar a su cultura, como reutilizar materiales y separar la basura no reciclable en espacios destinados, cuidar el agua, afinar el motor de su coche, proteger animales y bosques, caminar o usar el transporte público cuando sea posible, no desperdiciar alimentos, no tirar la basura en cualquier parte, usar productos biodegradables y naturales, usar focos ahorradores y estudiar, por su propia cuenta, las posibilidades que existen para mejorar nuestro mundo.
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