Desde la perspectiva del destino, entendido como el resultado de la relación dialéctica entre la acción del ser humano y las fuerzas y condicionantes del marco en el que actúa, el presidente de una nación enfrenta escenarios que quizá no esperaba y que debe afrontar, buscar y encontrar la mejor solución posible, pensando en todo momento en la gran responsabilidad que le enviste.
Sopesar las mejores opciones de solución indicarían la madurez no sólo de un gobierno, sino la madurez de un pueblo. Las cuestiones imprevistas son las que realmente ponen a prueba a cualquiera. Lo que hace la diferencia es la forma en que las encaran y, sobre todo, cómo las resuelven. El camino del Ejecutivo Federal está siempre lleno de sorpresas y a cada paso debe tomar decisiones importantes y trascendentales.
Al actual Ejecutivo Federal le tocó una pandemia que, hasta el momento, ha cobrado más de un cuarto de millón de víctimas y más de 3 millones 329 mil casos confirmados por Covid 19 (al sábado pasado) acompañados de las secuelas cuyos efectos la ciencia médica apenas está descubriendo. Por fortuna, se registró un descenso de la curva de contagios, luego de más de cinco semanas en aumento.
Con la incertidumbre de no saber mucho sobre las posibles secuelas, su duración y efectos, ya se escucha hablar de fisioterapias para ayudar a quienes han padecido y sobrevivido a esta pesadilla, pues los daños, dicen algunos médicos, pueden ser múltiples, desde los pulmones, el sistema nervioso, el cerebro, el corazón, la motricidad, entre otras no menos importantes y según las condiciones de salud del contagiado.
El SARS-CoV-2 se renueva, muta, cambia. Recrudece los embates con la aparición de nuevas cepas, distintas a las originales. El esfuerzo de la vacunación se convierte en una carrera contra el tiempo. Y existen persona que no quieren vacunarse. Con la vacuna, se libera parte de la tensión social, aunque los individuos deben seguirse cuidando. Puebla, Veracruz y Chiapas, por diversas razones, parecen ser los más rezagados en este asunto (Excélsior, 29/08/21).
La pandemia afectará al mundo por largo tiempo, y se busca incentivar la economía con el propósito de prever una situación que complicaría grandemente la situación general del país. Pensando en que pueden ser varios años los que se tengan que luchar contra este virus, se vuelve un asunto de supervivencia aprender a vivir y convivir. El trabajo en casa cuando es posible, el extremo y delicado cuidado de los
niños y adolescentes en las escuelas, las salidas del hogar sin asuntos apremiantes, el trabajo en las oficinas, la solvencia en los negocios, los que viven al día, la atención a personas contagiadas. Todos necesitamos sobrevivir y tenemos que cambiar de hábitos, así como aprender a vivir en esta amenaza y convivir con moderación con los demás.
En lo comentado desde la primera línea, se requiere de una sana percepción, un buen fundamento, estudios serios de la realidad, para la toma de las mejores decisiones. Por otro lado, el ciudadano debe estar siempre en guardia, los padres cuidar de los hijos y de los abuelos ancianos y estar en alerta constante porque, o todos nos cuidamos, o todos estaremos en riesgo permanente.
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