Gilberto Nieto Aguilar
Una de las más preciadas joyas sociales de los últimos años son los derechos humanos. Quizá, al rastrear los inicios de estas inquietudes, debamos remontarnos hasta el año 1215: «…después de que el rey Juan de Inglaterra violara un número de leyes y tradiciones antiguas con que se había gobernado Inglaterra, sus súbditos lo forzaron a firmar la Carta Magna, la cual enumera lo que después vino a ser considerado como los derechos humanos» (https://www.unidosporlosderechoshumanos.mx/).
En los tiempos actuales los derechos humanos vivieron el momento más alto de la rebelión del hombre en su evolución histórica con la definición expresada en la Revolución Francesa y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789. Sin embargo, tuvieron que pasar más de siglo y medio en los cuales se sufrieron los efectos nefastos de dos guerras mundiales, para que cobraran forma y “se pusieran de moda”. Triste condición de la naturaleza humana.
La Declaración francesa dice: «…considerando que la ignorancia, el olvido o el menosprecio de los derechos del Hombre son las únicas causas de las calamidades públicas y de la corrupción de los Gobiernos, hemos resuelto exponer, en una Declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del Hombre». Y es motivo de tal Declaración: «para que los actos del poder legislativo y del poder ejecutivo, al poder cotejarse en todo momento con la finalidad de cualquier institución política, sean más respetados y […] redunden siempre en beneficio del mantenimiento de la Constitución y de la felicidad de todos».
La Convención de Ginebra de 1864, a invitación del Consejo Federal Suizo, mantuvo la llama viva de los derechos humanos en diversos aspectos, sobre todo del trato militar. Después de concluida la Segunda Guerra Mundial se creó la ONU y en 1948 se publica la Declaración Universal de los Derechos Humanos (hoy traducida a más de 360 idiomas o lenguas), que es el parteaguas de la época que actualmente viven los derechos humanos, de cara a los abusos continuos en todo el mundo, la tiranía, la discriminación y el escarnio hacia los seres humanos, que han marcado la historia de la humanidad.
En la Introducción a la presentación de la Declaración publicada por la ONU en 2015, Zeid Ra’ad Al Hussein, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, dice que la Declaración Universal «promete a todas las personas unos derechos económicos, sociales, políticos, culturales y cívicos que
sustentan una vida sin miseria y sin temor. No son una recompensa por un buen comportamiento. No son específicos de un país concreto, ni exclusivos de una determinada era o grupo social. Son los derechos inalienables de todas las personas, en todo momento y en todo lugar».
A pesar de los esfuerzos por que este documento sea conocido por todas las personas y sea asimilado a las leyes de cada país, varias encuestas han demostrado que la mayor parte de la gente sólo tiene una comprensión limitada de los derechos humanos. La Declaración contiene los treinta derechos que forman la base de una civilización en la que la gente puede disfrutar de las libertades a las que tiene derecho y donde las naciones pueden vivir en paz.
Es el ideal supremo de la humanidad, el objetivo perenne que deben perseguir los gobiernos de todas las naciones del mundo. La necesidad de la ley se deriva, entonces, del hecho de que el ejercicio de los derechos individuales de cada ser humano, sólo tienen como límites los derechos de los demás, para asegurar a todos los miembros de la misma sociedad, el goce igualitario de estos mismos derechos.
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