Con mucho gusto por la vida, hemos comenzado el nuevo año 2022. Durante esta pandemia, la gente percibió que el mundo tiene varias disyuntivas y condiciones que generalmente se pasan por alto. Comprendió que no disfruta lo que tiene por estar añorando lo que no tiene, aquello que quisiera. Entendió que ir tras quimeras le hace olvidar lo que está a su alcance: una realidad en la que debiera regocijarse, sin perderse en confusos ensueños que tal vez nunca llegue a realizar.
Ningún propósito para este año nuevo vale nada, si no sale del fondo de cada ser, si no siente que es lo que necesita, que es algo que le hace falta, y con lo que puede mejorar su nivel de vida. Añorar cosas materiales es entrar en una espiral sin fin, pues cada vez que se obtienen bienes materiales, de inmediato aparece un nuevo deseo que sustituye al anterior.
El disfrute material es pasajero. Hay cosas más duraderas, cosas que quizá no cuestan dinero pero que son fuente de felicidad. Y a veces se les menosprecia o se les escatima su justa valía. Este nuevo año necesita ser algo diferente, algo que llene el alma, que satisfaga los sentimientos más profundos, que conduzca a la armonía, al equilibrio del cuerpo, la mente y el espíritu.
No se deben esperar catástrofes para obligarnos a meditar y a valorar la vida. Es aquí y ahora, por voluntad propia, sin presiones externas, sin lágrimas. Y aunque todo llega en su momento y en el instante adecuado, los vaivenes del mundo moderno envuelvan a una mayoría y les hace perder la atención y la capacidad receptiva para las cosas simples y cotidianas.
Entre varias cuestiones, tal vez convenga hacer un balance del año que se fue. Cuál fue nuestra actitud ante los eventos que experimentamos, enfrentamos, confrontamos o simplemente vivimos. Qué nos gustó y qué no. Lo que nos gustó retroalimentará nuestro entusiasmo para continuar con fe. Aquello que no gustó, vale la pena examinarlo con detenimiento, lo más objetivo posible, sin resabios ni emociones sesgadas.
Ahí tenemos una tarea valiosa para ver de cara y con esperanza la llegada de 2022. No le echemos la culpa a nadie, ni pensemos que las circunstancias no nos favorecieron. No nos engañemos. Tal vez algo no hicimos bien, quizá no fue la actitud adecuada, no hubo una visión clara del suceso, o nuestro carácter no ayudó. Hay que ser honestos para poder trabajar sobre el resultado de nuestro autoanálisis.
Hay que ser valientes para no caer en remordimientos tontos. Es mejor concluir que debemos cambiar algo en nuestra forma de ser y en las actitudes que asumimos ante las incidencias de la vida familiar, laboral o social. En este personal asunto, es difícil realizar cambios en nuestro ser interior si no estamos convencidos de renovar algunos aspectos propios, si no aceptamos o no entendemos aquello que puede ser mejorado o transformado en nuestra persona.
El siguiente factor es la voluntad, a la cual hay que fortalecer en todo momento durante el 2022. Si hoy nos falla, hay que reconocerlo, levantar nuestra estima y continuar siempre adelante. Nada de darse por vencido. Los cambios no son fáciles y hay que perseverar si se tiene la convicción de que queremos mejorar alguna faceta de nuestra vida.
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