La educación para el Siglo XXI comenzó a gestarse en la década de los noventa del siglo pasado. Fue una forma nueva de entender a la sociedad, al planeta, la convivencia, el entorno, el proceso de aprender, marcada por las innovaciones en el mundo de las tecnologías de la información y la comunicación, con el anhelo de vivir fronteras sin conflictos, paz entre las naciones, inmersos en la economía global y la idea del planeta como casa de todos. Un mundo siempre cambiante, con mayor participación de las mujeres, con los descubrimientos tecnológicos, la IA, la medicina, el genoma humano, la neurociencia…
La impronta es el aceleramiento y el estrés, la diversidad y la dispersión, la inclusión y los derechos humanos, las nuevas formas laborales y de servicios, las TIC en todos los ámbitos del quehacer humano. La educación se convierte en una práctica con dos resultados necesarios: por un lado, proveer al alumnado de saberes e información que le sea útil y por el otro formar a la persona desarrollando sus capacidades para procesar la información, conocer por sí mismo, hacer, ser, aprender a convivir con los demás y con el entorno, y convertirse en un individuo pensante y reflexivo.
La formación implica sentir y pensar sobre la persona, el entorno, la sociedad, valores, actitudes, emotividad, códigos de ética, que permitan al alumno cuestionar, analizar y reflexionar sobre sus posibilidades personales y sociales, autorregular su conducta y ser útil a sí mismo, su familia y la comunidad. En esta parte juega un papel determinante la cultura, que favorece o limita el desarrollo de los menores, porque dicta patrones de pensamiento y comportamiento para entender al mundo y resolver la vida.
En estos últimos treinta años este tema ha sido recurrente pero complicado en su adopción. La SEP y los maestros no han podido romper los paradigmas por razones culturales y de confort. Quizá piensan que es más trabajo o no creen en las bondades de abordar el comportamiento moral (desde un punto de vista laico, no religioso), el desarrollo de las habilidades superiores del pensamiento, la gestión del conocimiento, con el apoyo de la psicología y la neurociencia, las teorías de las inteligencias múltiples y la inteligencia emocional, las teorías pedagógicas diversas.
En el plano de la educación a distancia, los cursos, licenciaturas y posgrados virtuales ofrecen numerosas ventajas para las instituciones y los estudiantes. Hay varios estudios como los de Allen, Seaman Poulin y Taylor Straut (2016), Ginder y Sykes (2013), Lokken y Mullins (2015), Cabero Almenara (2008), antes de sufrir las
presiones ejercidas por la pandemia que seguramente originará una nueva ola de estudios donde quizá diferencien la educación de niños y adolescentes, de los adultos con habilidades para aprender por cuenta propia.
Dentro de las preocupaciones de la UNESCO como organismo regulador internacional, todavía está pendiente fortalecer a las comunidades indígenas, rurales y con alta marginación, con programas adecuados a su cultura y tradiciones. Para cumplir los acuerdos de Tailandia y el Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI entregado por Jacques Delors, los países han afinado sus políticas educativas y los docentes deberán superar la prueba que les permita mejorar sus habilidades y conocimientos para estar frente a un grupo de alumnos en formación.
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