La revolución industrial, dice Y. N. Harari (citado en el artículo anterior), encontró nuevas formas de obtener energía y de producir mercancías, liberando la dependencia del hombre del ecosistema que le rodea. Comenzó un acelerado progreso tecnológico, pero también inició la destrucción del planeta. Los humanos talaron bosques, drenaron marismas, represaron ríos, tendieron miles de kilómetros de vías férreas, arrojaron humo contaminado a la atmósfera y desechos tóxicos a los ríos, construyeron grandes ciudades y rascacielos.
En este proceso se destruyeron hábitats y se extinguieron especies. Se deshelaron los polos y con la tala y la quema de bosques, aumentaron los desiertos. Los hombres cambiaron los dioses suaves y se sometieron a la enajenante tiranía de sus nuevas y digitales divinidades, así como a la voluntad artificiosa de los grandes consorcios. Y en cuanto a los procesos de industrialización y desarrollo de la tecnología, estos avanzaron de una manera cada vez más vertiginosa. El progreso superó las expectativas del hombre y en muchas ocasiones fue más rápido que su propia comprensión y control de las cosas.
En el ritmo acelerado del progreso económico, Inglaterra necesitó de sesenta años para duplicar su producción per cápita; Estados Unidos, 50 años; Japón, 30. Pero Corea del Sur en tan solo una década logró la misma proeza, y lo más sorprendente es que en los siguientes veinticinco años (1970-1995) multiplicó por diez su producción per cápita. China y otros países asiáticos también deslumbraron al mundo con su desarrollo. En el caso de México, sigue estancado, sin definir presente ni pasado, y con un futuro que, al parecer, no va a ninguna parte.
La posible Cuarta Revolución Industrial todavía no está definida, pues apenas hace una década que se comenzó a mencionar con insistencia. Se relaciona con la digitalización: Internet, la nube, coordinación digital, los dispositivos conectados, inteligencia artificial, robótica, sistemas ciber-físicos. Un gran número de sectores tiene tendencia a la automatización de los procesos de producción. Espacios como la medicina, la genética, la industria de alta precisión o las relaciones laborales sufrirán un importante impacto en esta etapa como consecuencia de la robotización y la automatización (Vicent Selva Belén, economipedia.com).
Pocos trabajadores mayores a los cuarenta han vivido cambios importantes como el trabajo por objetivos, la informatización, los equipos de vanguardia, la internacionalización, los viajes continuos, los métodos de comunicación, el empowerment, los recortes de plantilla, la reingeniería, los sistemas de calidad, el
e-learning, la PC-Ipad-Smartphone como herramientas básica de trabajo, Internet para todo, la avalancha de la información, el conocimiento informático para sobrevivir…
Hace cien años, los trabajadores —nuestros bisabuelos— también vivían grandes novedades en su entorno y muchos sonreían y negaban los avances de la ciencia. Había tiempo para ello. Pero hoy la capacidad de asombro ha sido superada. Podemos observar que los cambios tecno-socio-laborales han tenido un gran impacto en las dos últimas décadas. Con los actuales elementos exigentes, el problema se plantea en que la información puede ser transferida, pero el conocimiento tiene como condición ineludible el involucramiento epistémico del sujeto cognoscente. Mucha capacidad de aprendizaje y tiempo para la selección y discriminación de la información, que será utilizada como insumo aplicable y confiable a las actividades de trabajo.
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