“Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo, la noche está estrellada y tiritan, azules, los astros a lo lejos” … Y en un soplo suave del viento, se va la emoción más allá de las estrellas que pueblan el espacio infinito de la imaginación. La inspiración puede ser un estado de éxtasis, de la psiquis del individuo, que lleva a percibir el mundo, la vida, las personas y las cosas, de muchas formas diferentes y, sin embargo, con sensaciones de proximidad, simpatía o adhesión.
La inspiración es más que una fuerza mental y física; es algo emocional y espiritual que mueve a las personas a realizar cosas extraordinarias por su belleza, su profundidad, su significado y el movimiento interior que causan en sí mismas y en los demás. Es una especie de magia que trasciende lo común y lo vulgar. La persona inspirada penetra en su yo interno, ahí donde no existen barreras ni límites.
En ese espacio íntimo, en lo más profundo de su ser, encuentra el manantial inspirador de cause y potencial ilimitado que sólo espera de una afluencia emocional que haga brotar el torrente de entusiasmo, arrebato, excitación, revelación, ensueño, fantasía o ilusión. La inspiración origina la emoción y el impulso, y la creatividad lo hace realidad.
La inspiración se aprecia como una condición esencial en cualquier proceso creativo. Es la chispa inicial, el primer motor que mueve a la creación. Cualquier artista toma el máximo provecho de un momento de inspiración, pues estos suelen ser imprevisibles, espontáneos, originales. No se pueden planear, pero sí se pueden provocar con un estilo ejercitado, personal, bajo la percepción o evocación de un estado de ánimo, una visualización o el recuerdo de momentos especiales.
La inspiración enseña que una persona necesita salir de sí misma para seguir aprendiendo de los demás, del entorno, de la naturaleza, de manera fluida y constante. En ese intercambio surge la alegría, el recuerdo, el lugar, la tristeza, el amor, la serenidad, la culpa, la gratitud, el dolor, la diversión, la vergüenza, los celos, el entusiasmo, la frustración… con alguien, por algo, en algún lugar o en algún momento. Por ejemplo, ¿Quién no ha quedado alguna vez conmovido ante un cielo nocturno cargado de estrellas? Puede ser motivo para un rapto de inspiración. O una experiencia de plena satisfacción o de frustración, si el recuerdo se prolonga en el tiempo.
“Desde el fondo de ti, y arrodillado, un niño triste, como yo, nos mira”.
Una emoción inspira un poema, como los versos que he citado de Pablo Neruda. Igualmente, la vista de un hermoso paisaje; aunque ese cuadro también podría
inspirar una pintura o una fotografía. De un pedazo de mármol o granito puede surgir una escultura, de un sentimiento una canción, de una historia una novela, del amor… tantas cosas.
Hay una teoría que dice que la inspiración existe, pero que el toque de genialidad, la idea, el hilo conductor, la vena seductora, no se puede esperar a que llegue por arte de magia. Eso sólo lo esperan los genios. Los demás mortales habrán de devanarse los sesos para buscarla y encontrarla. Y en ese transcurso, el trabajo es un acompañante común, pues aún los genios trabajan con tesón y perseverancia para concretar lo que buscan.
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