El estudio del hombre ha sido un problema central para la filosofía de todos los tiempos. Incluso algunos de los pensadores de las escuelas significativas han alcanzado acentos patéticos. El lenguaje, la consciencia, la creatividad, los procesos y formas de pensar quizá no se habrían desarrollado si no hubiera una consciencia de uno mismo, de la propia existencia. “Pienso, luego existo”. Y el pensamiento ha evolucionado al mundo, aunque las variables y la ética sean tan dispersas como formas de pensamiento pueden existir.
Dice el Dr. Marcelo Ramírez (2019), mendocino de letras y ex Presidente de la Academia Mexicana de la Educación en Veracruz, radicado en Xalapa, que «en toda época y en toda cultura encontramos una idea del hombre manifiesta en el arte, en la literatura, en las instituciones sociales; esa idea expresa lo que el hombre ve en sí mismo, lo que siente y quiere;…» Esas expresiones son parte de la subjetividad del lenguaje simbólico que el hombre ha creado para enunciar lo que bulle en el interior de sus neuronas.
En el mundo académico las formas más mencionadas son el juicio, razonamiento, formación de conceptos, resolución de problemas y la deliberación. Los procesos mentales de imaginar o concebir una idea tal vez se puedan incluir. Ahora, si aceptamos que los pensamientos no existen como actividades intelectuales “puras”, entonces éstos irán de la mano de otras formas de pensamiento. Entre esos procesos de pensar, tal vez podríamos enumerar los pensamientos deductivo, inductivo, analítico-crítico, lateral o creativo, sistémico, divergente, convergente, mágico, suave, abstracto, sintético, etcétera.
Aunque creo que cualquier forma de definir el pensamiento siempre se quedará corta, J. C. Arboledas A., en el Boletín Redipe, 2013, dice al respecto: «El pensamiento es una función [neuronal] en virtud de la cual un individuo usa representaciones, estrategias y operaciones frente a situaciones o eventos de orden real, ideal o imaginario». Es una actividad cognitiva compleja que nos permite procesar información, analizar, reflexionar, tomar decisiones, resolver problemas y crear.
La investigación en psicología ha mostrado que la mente humana tiene dos maneras esenciales de pensar y decidir, según P. Fernández-Berrocal (Psicología del cerebro, EMSE EDAPP, 2021, Eslovenia), una rápida e intuitiva y la otra, lenta y deliberativa. La primera está vinculada con las zonas más antiguas del cerebro implicadas en la recompensa y las emociones. Este sistema es muy poderoso y permitió a los primeros sapiens sobrevivir durante miles de años, confiando en la percepción de las emociones y en la experiencia, ante la sensación de algo seguro o peligroso (p.11).
La manera deliberativa, en cambio, es analítica y reflexiva, utiliza algoritmos y reglas matemáticas, las probabilidades y la lógica formal, y es relativamente lenta en su proceso, con mayor esfuerzo, energía y control consciente. Seguramente surgió posteriormente como efecto de una mezcla de procesos innatos y aprendidos. Se asocia a zonas cerebrales (lóbulos frontales) y está vinculado con el pensamiento abstracto y el lenguaje (p. 11)
Los sentidos y la percepción nos permiten realizar una construcción de la realidad, para darnos la seguridad de que lo que vemos existe fuera de nuestra mente. Entonces pensamos, sentimos e imaginamos, lo que está frente a nosotros, lo que sentimos ante lo que vemos y hasta lo que no está a nuestro alcance lo podemos imaginar. Preguntarnos por la efectiva realidad de la existencia de un mundo externo e independiente de nosotros, es bastante razonable (F. Claro Izaguirre, Los sentidos y la percepción, EMSE EDAPP, 2022, Eslovenia, p. 12).
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