Hacía mucho tiempo que no charlaba con Don Gerónimo, mi amigo maestro albañil que vive en las márgenes de la laguna de Patlanalán, Puebla, pero que incursiona a menudo por los alrededores de Teocelo y Xico en busca de trabajo. Me lo encontré en Coatepec y le invité un café frente al parque de la ciudad.
DG: –Hace varios años platicamos en este mismo café profesor.
GN: –Así es Don Gerónimo. Recordará usted que publiqué parte de esa plática en el Diario de Xalapa.
DG: –Lo recuerdo profesor, pero no ande usted perdiendo su valioso tiempo con las tonterías de un ignorante como yo. ¿Y ahora por quién va a votar? Yo todavía no decido a quien le doy mi voto. Uno entre tantos no cuenta, pero estoy seguro de que muchos están igual que yo.
GN: –Quizá millones están igual que usted.
DG: –Votar es importante profesor. Pero sin fanatismos, ni presiones, ni mentiras. Los candidatos deben hablar de sus propuestas y no perder el tiempo agrediéndose los unos a los otros, con mayor razón cuando nosotros pagamos muy caro el tiempo en la radio y la televisión que ellos usan. Eso no es ético ni le sirve al ciudadano para conocer sus propuestas. Puro espectáculo y nada de estrategias para mejorar al país.
GN: –Tal vez los debates sería muy aburridos sin ese ingrediente Don Gerónimo.
DG: –Me extraña que usted lo diga, profesor. Estoy de acuerdo en que se discutan las ideas, que se desmientan las falsas promesas, que nos hagan ver por qué lo que el otro propone no tiene sentido mientras ellos prometen algo mejor y en qué lo fundamentan. En lugar de eso, atacan las vidas privadas e inventan crímenes que luego no pueden probar.
El país está hundido. Nadie que sea sensato lo puede negar. Pero también tenemos que creer que las cosas pueden cambiar, que esta nación necesita tomar otro rumbo y los mexicanos podemos hacerlo porque necesitamos y queremos hacerlo.
GN: –Sí, Don Gerónimo. Coincido con usted.
DG: –Ya no quiero ver ni escuchar los promocionales de los elegidos. Me tienen hasta el gorro. No dicen lo que los mexicanos queremos escuchar. No expresan una comprensión real de los problemas del país, no dicen cómo y con qué piensan resolverlos. No se comprometen a cumplir y hacer cumplir las leyes, bajo la pena de sufrir las consecuencias. Ocultan lo que han hecho en sus vidas que revele el interés que tienen por los demás y cómo han sido en su calidad de personas antes de ser candidatos.
Se les percibe tibios, haciendo promesas aisladas, falsas por inoperantes y oportunistas. Engaños de ocasión y nada más.
GN: –¿No le simpatiza ninguno de los candidatos a la presidencia?
DG: –Creo que los procesos siempre son iguales. Las razones por la que se hacen acreedores a tan importante candidatura nunca dependen de la voluntad del pueblo. Nomás aparecen, como los cometas, y se presentan como las únicas personas que podemos elegir. No tenemos un Mandela o un Gandhi.
GN: –Perdone usted una comparación sin pretensiones literarias: me recuerda al rebelde que relata Camus, que dice no sin renunciar y dice sí desde la resistencia.
Casi una hora después, nos despedimos. |
|