En el país de las utopías muchas cosas pueden cambiar con tan sólo respetar las leyes. El sistema judicial no estaría tan politizado, los asuntos se resolverían conforme a derecho y no por la decisión particular de alguna autoridad o grupo de presión. Habría una cultura de la legalidad, del derecho y de los valores que podrían crear un clima de oportunidad para todos y para la inversión también, restringiendo la impunidad. Desaparecería el estereotipo de las personas pobres y “sin palancas” que no tienen posibilidades de desarrollo personal y económico.
El menosprecio hacia el cumplimiento de las leyes se ha incubado desde la promulgación de la Carta Magna en 1917 (hace ya 101 años) creando fuertes raíces en la mentalidad de la población para naturalizar una cultura de la simulación que los niños mexicanos maman, comen y respiran tan pronto nacen, logrando que parezca normal evadir las leyes e ignorar los valores de la ética. Una frase popular ilustra este desvío: “el que no tranza, no avanza”.
Así como "vivir fuera del presupuesto es un error", la filosofía popular generó una desvergonzada frase que dice “a mí no me den, nomás pónganme donde hay”, refiriéndose a la escalada de políticos nuevos designados a puestos de manejo presupuestal. Seguramente esos nuevos políticos, cuando eran de a pie, fueron ciudadanos que se quejaron de la corrupción, pero al ascender sufrieron una metamorfosis para convertirse en entes iguales a los que antes criticaron.
Esto es el resultado de décadas y siglos de historia donde no se valora el orden y el derecho. Tantos años de vida inconstitucional, de controles personales que se reproducen en todas las esferas de la actividad humana donde sólo cuenta la palabra del “jefe”, para el cual nada está sobre sus intereses económicos y de poder. Reproducir esta situación durante décadas empujó al abismo a la sociedad actual.
Las leyes son el reflejo de los valores que una sociedad desea vivir, convertidos en preceptos normativos para regular la vida social, política, económica, educativa y de cualquier índole en la convivencia humana dentro del territorio nacional. Las leyes nacen considerando los usos, costumbres, tradiciones y valores de la sociedad, con la mira puesta en las necesidades y carencias que se desean mejorar y, en el caso de la Constitución de 1917, con una visión más allá del tiempo y el espacio, con un entramado jurídico que pretendía conformar una gran nación.
México está atrapado. Se necesitan muchas cosas para cambiar esta situación desastrosa que impide el desarrollo armonioso del país. Por desgracia, comienza con la voluntad política que se disuelve en las altas esferas del poder. Continúa con una sociedad que juzga, critica, pero al mismo tiempo, quiere resultar favorecida en un juego de doble moral que sólo beneficia verdaderamente a quienes acumulan mayor poder político y económico. Y la familia, si deja de educar, deja que se desvanezcan los valores que tanto se requieren en este momento crítico.
gilnieto2012@gmail.com |
|