El hombre generalmente busca una señal esperanzadora de la vida. La busca y la espera para su persona y sus esferas de desarrollo físico, mental y emocional, que traduce en un hogar, el trabajo, los amigos, el éxito, el dinero, el amor. Hombre o mujer, o con otras preferencias, buscan expectativas que les hagan sentirse mejor, útiles a sí mismos y hacia los demás, estables, productivos dentro de las actividades que realizan, esperando alcanzar algo más por los caminos de la ampliación de saberes, dominios, campos de acción, sentimientos sobre sí, la vida y los demás.
Sin embargo, la constante en el pensamiento y la manera de ser de las personas es la diversidad, por lo que encontramos de todo en el convivir diario con nuestros semejantes. Hay quienes no quieren encajonarse en los clichés de la gran mayoría y luchan por ser diferentes, auténticos, creando modelos a su manera. Otros suelen ser incomprensibles para los demás, hoy volubles, mañana interesados, pensando distinto por diferentes razones y pueden, al final del día, ser ellos los incomprendidos.
Hay personas extrovertidas, alegres, introvertidas, emocionalmente estables, conservadoras, optimistas, rebeldes, inmaduras, obsesivas, agresivas, íntegras, creativas, materialistas, tóxicas, por mencionar sólo algunas. Hay personas amables que atraen a los demás, otras parece que los rechazan. Algunas les hacen sentirse bien, otras lo contrario. Y hay quienes se pasan los mejores momentos del día en la intriga y la crítica destructiva. Ciertos rasgos en la personalidad y el carácter de cada quien acaban definiendo a la persona en algún grado.
Entre las mezquindades del ser humano, destaca la envidia. La envidia no siempre se manifiesta por la posesión de bienes materiales. A veces la gente siente celos y envidia por la personalidad de otras personas, por sus logros en la vida, la energía y el esfuerzo que le agregan a todo lo que hacen, el hogar que han formado, o cualquier otra cualidad que los envidiosos sienten no tener. La envidia es una motivación negativa.
El ser humano, no obstante lo anterior, transitan en busca de ideales que alimenten su estilo de vida, que les ayude a comprender quiénes son, qué buscan o esperan de su existencia, cómo quisieran ser, qué tantas posibilidades tienen de lograrlo. Esta búsqueda en la juventud por lo general es alegre, consciente o inconscientemente, aceptando lo que les agrada y desechando aquello que no les gusta. Pero cuando ya son mayores, las circunstancias de su entorno les va condicionando y muchos pierden la motivación sobre ellos mismos.
Nos dice la biblioterapia que, a pesar de los cientos o miles de años en que se han expresado pensamientos profundos sobre el ser humano y la existencia, pasan desapercibidos, son tratados como citas de un texto, muchos ni se conocen. Hay una parte interna bio-psicológica-cognitiva en cada individuo, que puede convertir esos pensamientos en hechos concretos, acciones, conductas, y no sólo en meros datos a recordar.
El ser humano es grande y, por motivo de una cultura que lo domestica, termina siendo pequeño. El statu quo enajena el pensamiento. Las redes sociales, grandes creaciones del hombre para su comodidad, conocimiento y diversión, terminan domando el brío creativo de ser, hacer, conocer y convivir. El hombre y la mujer contemporáneos tienen el gran reto de cambiar sus formas de pensar, de comprender el mundo y la vida, de ser y hacer distinto, de sentir las consecuencias de sus actos individuales y colectivos, de encontrar respuestas a la vida, de desentrañar lo que nos daña de las costumbres y los dictados globales que se ponen en boga.
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