Todo pueblo que alcanza un cierto grado de desarrollo se halla naturalmente inclinado a fortalecer la educación. La educación es el principio mediante el cual la comunidad humana conserva, trasmite y mejora su peculiaridad física y espiritual. Con el cambio que se promueve desde la educación, se supone que se amplían las expectativas de los individuos. «El hombre sólo puede propagar y conservar su forma de existencia social y espiritual mediante las fuerzas por las cuales las ha creado, es decir, mediante la voluntad consciente y la razón...» Jaeger Werner, “Paideia: los ideales de la cultura griega”, F.C.E., MÉXICO, 2001.
Aristóteles presenta a Sócrates como el descubridor del concepto, del razonamiento inductivo y de las definiciones universales. La forma de divulgar sus pensamientos fue muy similar a la de Platón, es decir, por medio de diálogos y razonamientos. Quizá lo convierte en el más importante de estos tres filósofos, el hecho de que profundizó sus reflexiones de manera mucho más extendida y variada, aun cuando haya iniciado desde las enseñanzas de Sócrates y Platón.
A pesar del apego a sus maestros, en muchos de sus pensamientos difiere de las ideas planteadas por ellos. Alumno y maestro en la Academia de Platón, al cabo del tiempo regresó a Atenas y fundó su propia escuela a la que llamó Liceo. Mientras enseñaba a sus discípulos solía pasear por los jardines, explicando sus reflexiones, pensamientos y principios, a través de los cuales interpretaba los sucesos que existen en la vida cotidiana.
Aristóteles nos enseñó a pensar. La educación que practicó no fue una mera instrucción, un listado de temas, conceptos, datos y nombres de cosas o personas. La educación que promueve busca un objetivo: pensar. Y que este pensamiento sea en libertad. Esa libertad es considerada por Aristóteles una condición para la realización del ser humano, un ingrediente esencial de la vida que singulariza a nuestra especie y se traduce en el deseo de conocer y simbolizar.
Fue reconocido durante siglos como el filósofo por excelencia; pero también, en honor a la verdad, pudo ser denominado el científico por excelencia. «Por erróneas que fueran a veces las respuestas dadas a sus propias interrogantes (la teoría geocéntrica o la tesis de la inmutabilidad de las especies, por ejemplo), la humanidad estará siempre agradecida a Aristóteles por haber planteado tales cuestionamientos y por su actitud consistente en practicar las disciplinas científicas
para, tras ello, extraer las implicaciones filosóficas de las mismas. (Víctor Gómez Pin, “Aristóteles nos enseñó a pensar”, 2016).
Solía afirmar que la educación nunca termina pues es un proceso de perfeccionamiento y, por lo tanto, dicho proceso dura toda la vida de la persona. Muchos son los productos de su pensamiento que abarcó estudios de la naturaleza, física, metafísica, ética, política, lógica, matemáticas, biología, retórica, poética, entre otras cuestiones que resultaron fundamentales en la evolución del pensamiento humano posterior.
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