En su libro Política, Aristóteles utiliza y delimita el concepto Zoon Politikón. El significado aristotélico en su dimensión socio-política, señala al ser humano por su condición sociable, como alguien con gran capacidad para tomar decisiones en la comunidad en la que vive y convive. El “animal político” o “animal cívico” al que se refiere el filósofo griego, a diferencia de los otros animales, posee la facultad de relacionarse social y políticamente, crear sociedades y fundar la vida en las ciudades (las polis). Es capaz de hablar, organizarse y compartir conceptos como el orden, la justicia, el respeto, emprendiendo actividades que lo lleven a un objetivo común.
El ser humano sólo puede alcanzar la justicia y el bien común a través del diálogo y la deliberación, a través de la aplicación de acuerdos, convenios y leyes, por medio de un auténtico Estado de Derecho. El Contrato Social, dijo Rousseau en 1762. Esto ha sido un ideal comunitario desde tiempos remotos y en la actualidad tales conceptos se han clarificado, se han extendido hacia todos los grupos sociales, incluyendo los más necesitados, y es cuando se puede esperar que mejoren los sistemas de gobierno y se alcancen mejores condiciones de vida en lo político, social, económico y cultural.
El Zoon Politikón no puede evadir el compromiso de participar. No hacerlo es ya una decisión. Y no la mejor. Puede participar en diversas actividades y no necesariamente de manera directa en lo político. Puede participar enterándose de lo que hace el alcalde, el gobernador, los diputados y senadores, el presidente de la República. Conocer lo que hace el Poder Judicial. Estar al tanto de sus derechos y obligaciones.
Entender que el juego republicano de la democracia se realiza a través de tres poderes: el ejecutivo, el legislativo y el judicial, con la finalidad de que haya un equilibrio en el ejercicio del poder y éste no se concentre en una sola persona. Cuando se concentra en el presidente de la República, como ha sido desde siempre en México, se alienta la corrupción, los abusos y el poder excesivo y autoritario. Como Luis XIV, terminan creyendo que el Estado son ellos, los mandatarios todopoderosos e infalibles.
Por eso el pueblo no puede evadir el compromiso de participar. Debe fortalecer su opinión poniendo sentido a lo que sucede a su alrededor. Si se equivoca no importa, sabe que su poder de elección le permite corregir el rumbo cuando llegue el momento. Debe estar consciente que las penurias y fracasos son consecuencia de no haber elegido bien. Por eso debe luchar por no ser manipulable, por no dejarse adoctrinar, analizando a las personas, las ideas que maneja, los cargos que ha ocupado, el trato con la gente, para ser capaces de distinguir las falsas promesas, el lenguaje político sesgado, los disfraces y las mascaradas que usan en las campañas.
No ser víctimas del “mensaje mediático” manipulado por candidatos. Lo que viene en las redes sociales hay que verlo y leerlo con cautela, anteponiendo la duda para no creerlo todo ingenuamente. Muchas de las cosas que ahí se ven son falsas y pretenden endulzar el entendimiento y la predilección de la gente. La política es tan limpia o sucia como lo sean quienes la manejan. La ciencia de gobernar un Estado o nación, es el arte de la negociación para conciliar intereses, no para negociar y mercantilizar los cargos creando con ello grupos de poder. México no ha superado estas expectativas, no ha crecido políticamente ni se ha asentado como Estado de Derecho. Hay que crecer como ciudadanos para crecer como país. Continuaremos.
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