Sin hacer menos el pensamiento presocrático o a los contemporáneos de Platón y Aristóteles que seguramente aportaron mucho al respecto, me interesé en destacar algunas ideas del sentido educativo de estos tres personajes clásicos de la filosofía occidental. Por ejemplo, Sócrates y la mayéutica. Muchos afirman que fueron los primeros tanteos de lo que hoy llamamos constructivismo. La trascendencia de su método basado en preguntas y respuestas llevaba a interiorizar las ideas previas para construir un conocimiento.
Con la ironía, Sócrates estableció una posición ficticia para provocar contradicciones y llegar a una verdad buscada. Marcela Ragni (monografías.com) asegura en un artículo sobre el constructivismo, que Vigostky se basó en Sócrates para su formación inicial. El debate de las ideas, la discusión como estrategia en busca del conocimiento y la importancia del entorno social interactivo fueron sus fundamentos.
Sócrates fue un infatigable cuestionador de los hechos y forjador de sí mismo como discípulo de la verdad. Esto es un aporte a la pedagogía. Toda una filosofía de vida admirable en un docente. Fundamental en la filosofía de la educación de Sócrates –comenta David Hothersall, “Historia de la psicología”, MacGraw Hill, 1977, p. 24)– fue su postura de que la verdad no puede ser definida por una verdad absoluta, sino que descansa escondida en cada mente.
El filósofo hace una serie de preguntas tendientes a conducir al alumno ocasional hacia una verdad (tema o conocimiento esperado) cuidando los fallos lógicos que pudieran surgir en los razonamientos. Un ejemplo a propósito lo encontramos en el diálogo “Menón o de la Virtud” (“Platón. Diálogos”, Editorial Porrúa, 1978, p. 216). En este diálogo Sócrates induce al esclavo de Menón, Anito –más tarde su acusador–, al descubrimiento del teorema de Pitágoras. Sócrates le dice a Menón: «observa ahora cómo, partiendo de esta duda, va a descubrir la cosa indagando conmigo; aunque yo no haré más que interrogarle, sin enseñarle nada».
Le hace una serie de preguntas al sirviente acerca de las figuras geométricas que va trazando en la arena. Aunque en un principio parece no entender, finalmente termina por comprender la relación entre las figuras. En este ejercicio pretende probar que el conocimiento es una presencia interna, una reminiscencia que el razonamiento saca a flote, como el principio básico de su teoría del conocimiento.
«El que ignora tiene, por lo tanto, en sí mismo, opiniones verdaderas relativas a lo mismo que ignora», le dice Sócrates a Menón (Ibíd.). La paciencia y la atención concentrada en su ocasional alumno, lo llevan a razonar con él y finalmente a enseñar, porque la meta es lograr que el estudiante razone, derive principios generales y los aplique en situaciones nuevas. Walter L. Arias G. (https://www.xing.com/communities/) y José Muñoz Delgado en “El esclavo de Menón”, hacen una relación detallada de la parte pedagógica de este famoso diálogo.
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