Desde el célebre libro de Daniel Goleman sobre inteligencia emocional, muchas personas por fin comprendieron la importancia de autorregular las emociones en aras de sostener relaciones sociales más ricas y productivas, esforzándose por evitar situaciones fuera de control ocasionadas por el mal comportamiento en el trabajo y la convivencia con los demás. La inclusión de la educación de las emociones en la educación básica responde a problemáticas de índole social, a consideraciones de tipo filosófico y científico y a necesidades pedagógicas.
La educación socioemocional llega a los planes y programas de estudio como un intercambio con los alumnos. La gran mayoría de los docentes deberán adentrarse en los conceptos que la fundamentan, vivenciando junto con los alumnos temas y experiencias que ayuden a crear un ambiente propicio para la convivencia y el aprendizaje dentro del aula, que pueda extenderse a la escuela y la comunidad escolar para que, más tarde, pueda ser parte de una sociedad que necesita “llevarse bien” y ocuparse positivamente de sí mismos y de los demás.
Según el programa en discusión, con la implementación de esta área de desarrollo y el trabajo de los tutores, los alumnos deberán desarrollar habilidades, comportamientos, actitudes y rasgos de la personalidad que les permita aprender a conocerse y comprenderse a sí mismos, entender y regular sus emociones, mostrar empatía hacia los demás, establecer y mantener relaciones interpersonales armónicas y desarrollar un sentido de comunidad.
Los propósitos generales de la educación socioemocional en la Educación Básica son lograr el autoconocimiento a partir de la exploración de las motivaciones, necesidades, pensamientos y emociones propias, así como su efecto en la conducta y en los vínculos que se establecen con otros y con el entorno. Aprender a autorregular las emociones. Comprender al otro de manera empática. Fortalecer la autoconfianza y la capacidad de elegir. Aprender a escuchar y a respetar las ideas de los otros. Cultivar una actitud responsable, positiva y optimista. Desarrollar la capacidad de resiliencia. Minimizar la vulnerabilidad y prevenir el consumo de drogas, los embarazos no deseados, la deserción escolar, el estrés, la ansiedad, la depresión, la violencia y el suicidio, entre otros.
El enfoque pedagógico requiere de una transversalidad para ser más efectiva. Que haya oportunidades de trabajar las cinco dimensiones socioemocionales, como el
autoconocimiento, la autorregulación, la autonomía, la empatía y la colaboración, para que el educando comience a construir su identidad personal.
La adolescencia es una etapa de transición entre la infancia y la adultez. Una carencia que debe irse llenando con los cambios lentos y progresivos que se experimentan durante este periodo. El comportamiento de los adolescentes se comprende a partir de los cambios cerebrales propios de esta etapa, en los cuales la cercanía y el acompañamiento de los tutores, el intercambio con maestros, el ambiente escolar, el interés familiar y escolar en sus problemas como personas en crecimiento, se vuelven relevantes.
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