Ernst Cassirer considera que el ser humano creó una herramienta extraordinaria, que es el sello distintivo en la construcción del mundo y la vida humana. Entre lo que el ser humano es, ve, percibe, hace y siente, encontró como eslabón intermedio algo que le ayuda a comprender e imaginar, a crear y comunicar su creación, a entender a los otros, desde un «sistema simbólico». Esta adquisición transforma la totalidad de la vida humana.
Ernst Cassirer (1874-1945) fue un filósofo judío alemán, conocido por sus trabajos en los campos de la filosofía de la cultura y la filosofía de las formas simbólicas. Buscaba comprender la naturaleza de la cultura humana y el papel de los símbolos en la configuración de nuestra comprensión del mundo. El tema lo aborda en tres volúmenes “La filosofía de las formas simbólicas” entre 1923 y 1929.
La filosofía concibe al ser humano como un «animal simbólico» que se manifiesta de diversas formas en todos los ámbitos de la vida, creando la cultura. Los símbolos forman parte del mundo de los sentidos. Son señaladores o designadores con un valor funcional; gozan de cierta flexibilidad sin ser arbitrarios; no son rígidos e inamovibles y el significado de cada símbolo es intrínseco a sí mismo.
El término «hombre simbólico» se refiere a la idea de que los seres humanos son distintos de otros animales debido a su capacidad única para inventar y utilizar símbolos en su comunicación y en su forma avanzada de pensar y crear. Esta capacidad simbólica se manifiesta de diversas formas, como el lenguaje, el arte, la religión y la cultura en general.
Esta capacidad es única en el ser humano para crear y compartir significados como formas de representación y comunicación, construir sistemas de conocimientos, desarrollar formas complejas de pensamiento abstracto, expresar sus experiencias, transmitir conocimientos, hablar de sus emociones y creencias, establecer normas sociales y culturales, reflexionar sobre su propia existencia y establecer todo un sistema de comunicación a través de los símbolos.
Gracias al simbolismo del lenguaje, se pueden discutir y representar ideas sobre la religiosidad y las diversas representaciones de Dios, más allá de la imagen que el ser humano tiene de sí mismo, más allá de lo que la ciencia ha logrado con tanto esfuerzo, y ante la obsesiva exclusión en una disyuntiva con mucha controversia sobre física, filosofía y teología; entre naturaleza, ciencia y Dios. Ha podido plantearse el conflicto, dialogar las diferencias y puntos en común, analizar cada ámbito con independencia y respeto y, finalmente, reconciliar una integración. Simboliza la relación de las personas con el mundo y las cosas, y determina su comprensión de la realidad.
Las representaciones sensitivas que elabora de una realidad material, el lenguaje, el arte, el mito, la ciencia misma, son representaciones de una verdad con carácter subjetivo añadido, lo que implica que la realidad no se limita a la percepción directa del mundo. Reflexiona sobre sí mismo, su identidad y su lugar en el mundo. Puede hablar sobre lo que ocurrió en el pasado y teorizar lo que pudiera ocurrir en el futuro. Es capaz de desplazarse más allá de lo que captan los sentidos, revelando un universo entretejido por lo intangible.
En las teorías de Jean Piaget encontramos que el niño entre los 2 y 7 años comienza a entender el rol de los demás y el suyo propio; a crear símbolos con el fin de representar los objetos tangibles y a considerar las relaciones posibles entre ellos. A esa edad, todavía carece de fundamentos lógicos para crear patrones de causa y efecto, pero el cerebro seguirá madurando para lograrlo en la siguiente etapa, de las operaciones formales.
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