Todo asentamiento humano tiene una cultura e identidad como pueblo. Es un proceso que está siempre en construcción, con mayor razón ahora, en la Era de la globalización. Este proceso, por complejas razones, México no logra cerrarlo. Quizá su amplia geografía y sus diversas raíces étnicas; quizá la concurrencia de diferentes influencias extranjeras; quizá la herencia que se conformó durante los trescientos años de dominación española.
Lo cierto es que tan pronto México se declaró independiente, las contradicciones del país que se deseaba formar resaltaron disputadas por la palabra y por las armas, para vivir un primer siglo de convulsiones y asaltos que se cerró con el periodo armado de la Revolución Mexicana y la creación de la Secretaría de Educación Pública –como referente– para iniciar un segundo siglo en apariencia más estable.
¿Y cómo cerraremos este segundo siglo independiente dentro de tres años? Desde inicio del siglo (1921) varios autores nos lo vienen describiendo en novelas, ensayos, crónicas. Difícil resulta enumerarlos pero algunos son Mariano Azuela, Juan Rulfo, Martín Luis Guzmán, Octavio Paz, Carlos Fuentes, León Portilla, José Emilio Pacheco, Enrique Florescano, Pablo González Casanova, Daniel Cossío Villegas, Leopoldo Zea...
Falta agregar varios historiadores, economistas, sociólogos, que nos han descrito al país momento a momento. Algunos en la línea fácil que marca la versión oficial mientras otros investigan más allá de la apariencia y nos muestran otras caras de la realidad. Quienes todo lo ven natural desde un admirable optimismo, contrastando con quienes ven en todo una rama torcida del árbol frondoso de la Revolución Mexicana.
De los noventa hacia acá se fue disolviendo la manera marxista de interpretar al mundo. Se presume que las revoluciones las hacen los pueblos que han sufrido opresión y cuentan con muchas necesidades insatisfechas que no han sido resueltas por medios pacíficos. Como señala Jesús Silva Herzog, México ha sufrido tres revoluciones: la de independencia, la de reforma y la de 1910. La primera nos independizó de España, la segunda del clero y la tercera principalmente del hacendado.
Los derechos laborales han sufrido los vaivenes ideológicos del siglo pues desde la Revolución Mexicana hasta la década de la modernidad salinista, el trabajador
recibió la protección del gobierno –bajo las condiciones del poder– y de los noventa hasta la fecha las leyes y las reglas del juego obedecen más a la oferta y la demanda del modelo neoliberal, para satisfacción del sector empresarial.
Expresa Rita Marcela Robles (“México a 100 años de su revolución”) que el siglo XX fue la promesa de una sociedad más justa y democrática sobre las luchas que dieron los trabajadores, campesinos y grupos desprotegidos frente al capital. Tuvo sus frutos en el reconocimiento de los derechos sociales y la consolidación de los grandes sindicatos con sus contratos colectivos de trabajo que mejoraron la situación social de la mayoría de la población. Sin embargo, cuando nos preguntamos cuáles son las conquistas que actualmente siguen vigentes, podemos ver que resulta complicado dar una respuesta.
gilnieto2012@gmail.com |
|