Gilberto Nieto Aguilar
El confinamiento ha afectado a muchas personas, sin importar la edad. Además de los problemas de salud, económicos y laborales, este aislamiento social ha ocasionado circunstancias inéditas en el día a día, para lo que mucha gente no estaba preparada. Y la afectación ha ido directamente a la esfera de lo emocional, a no saber cómo reaccionar, autorregular conductas y emociones, y contrarrestar sus alcances.
En algunos casos ha llegado a ocasionar trastornos psicológicos como estrés, confusión, frustración, depresión, ansiedad, pánico; motivados por factores como separación de la familia, dolor, duelo, soledad, vergüenza, culpa, ira, miedo, histeria colectiva, desinformación en las redes sociales, inseguridad económica o laboral, estigmatización y otros problemas más.
Algunos profesionales hacen observaciones y recomiendan formas de manejar estas situaciones. Lo primero es cuidar el enfoque de los pensamientos. No permitir la entrada de ideas negativas, la creencia de que la situación no tiene remedio, que no se puede resistir. Cambie a pensamientos agradables, escuche música, haga ejercicio, ocúpese de algo que le exija concentración.
Manténgase veraz y bien informado, siga rutinas básicas que le llenen agradablemente el tiempo, no se exponga tanto a las noticias negativas, evite el alcohol y las drogas, tome en serio las medidas de precaución sanitaria. Mantenga en la familia los hábitos saludables de higiene, alimentación, ejercicio y sueño. Si es padre o madre, ocúpese de buscar formas de ayudar a sus hijos.
En el caso de los adolescentes, la familia pasa a un segundo plano y son los amigos y el sentimiento de pertenencia al grupo los que ocupan un papel principal en su desarrollo. Esto puede representar un estancamiento o retraso en su desarrollo socioemocional y ocasionarle depresión o apatía, miedo de salir a la calle, sentirse incomprendido y molesto.
Escuché de un Inspector de secundaria la historia de un alumno que visitó junto con el director porque habían perdido todo contacto escolar con él. Llegaron a su domicilio y fueron recibidos por el adolescente quien les explicó que solo estaba él con sus dos hermanos menores. Su madre se había ido con su familia a Tabasco y se quedaron al cuidado del padre.
Lo que llamó la atención del Inspector fue la vivienda, de otates y varas, apenas separados la cocina y el dormitorio, todos hacinados. Se imaginó cuando estaba ahí la madre y los hijos que se llevó a Tabasco. Pero lo peor fue comparar la vivienda con el tinglado donde estaba la vaca ¡El de la vaca era mucho mejor! Platicando con el alumno éste les dijo que no tenían computadora ni Laptop. Que tenían dos celulares de los cuales uno “casi no servía” y ambos eran de prepago.
El celular que servía lo debía compartir con sus hermanitos de primaria. Cuando le preguntaron por el papá, dijo que andaba cerca y había perdido el trabajo. Pero su padre decía que había encontrado su vocación en la pandemia. Lo fueron a buscar y lo encontraron bajo un árbol de chaca o mulato. Estaba labrando un trozo de madera para darle forma a un cocodrilo. Las figuras que hacía las vendía y de eso estaban comiendo. Como este alumno, encontraron a otros.
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