Pedro Calderón de la Barca, poeta barroco español del siglo XVII, cuestiona y define a la vida en unos versos: «¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son».
El autor señala en el soliloquio o monólogo más famoso del drama español, que «todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende», como transeúntes de una quimera en donde cada quien hace de esta vida lo que le acomoda, lo que lleva programado, lo que puede, lo que el vaivén de las circunstancias le permiten, y al final, cada quien vive su sueño o su pesadilla, su ilusión o su frenesí, su ficción o su delirio.
Hace casi cuatrocientos años refirió el poeta en su obra “La vida es sueño” que el mayor delito del hombre es haber nacido. Fuera del tiempo y el espacio, el verso es producto de un gran conocedor de la naturaleza humana que veía en sus iguales al constructor de ideas, ilusiones y sueños pero también al destructor de la vida. Hoy el planeta lo testifica.
La vida es bella, pero igual es dura y muchas veces difícil. En ella se vive “como Dios nos da a entender” en la mayoría de los casos, y en un menor número se encuentran aquellos que pueden “presumir” de ser los arquitectos de su propio destino. El problema del hombre como especie ha sido la cuestión central de la filosofía. Aristóteles, al referirse al ser humano, dice que nace, se alimenta, crece, se reproduce, envejece y muere. En ese intervalo siente, apetece, se desplaza, entiende, razona, habla.
La realidad que vive parece difusa, diversa e incomprensible. Comprender la realidad significaría aprehenderla, hacerla propia, descubrir potencialidades, encontrar opciones, desafiar fracasos, buscar posibilidades, forjar metas. Otros afirman que esa realidad es una construcción social y una recreación de la decepcionante conducta humana. Cuando las personas conviven, suceden cosas que capta la atención de las mayorías.
Cada cultura, cada época, crea sus mitos sociales. La realidad es un delirio colectivo al que apegamos nuestras creencias. La excepción son las personas que desarrollan un pensamiento propio y le dan a los demás destellos de que puede existir la misma realidad vista de otra manera, que se puede vivir esa realidad de
otra forma. En cada cultura, en cada época, en cada región, existen personas que piensan y sienten diferente.
Reproduzco un fragmento de El Napoleón de Notting Hill, de G. K. Chesterton (1904): “La especie humana… ha estado jugando un juego de niños… Los jugadores escuchan con mucho cuidado y respeto todo lo que la gente inteligente tiene que decir sobre lo que va a suceder en la próxima generación. Entonces los jugadores esperan a que todos los hombres inteligentes mueran y los entierran muy bien. Luego van y hacen alguna otra cosa. Eso es todo.”
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