El jueves 12 de agosto de 2004, el Diario de Xalapa publicó mi primer artículo. Fue una experiencia interesante, ya que jamás había publicado nada. En la escuela Normal, alguna vez concursé con un poema. En la escuela Normal Superior, gané un concurso de redacción. Como profesor rural, escribía cada año poemas para los niños en las festividades escolares. Redacté algunos otros escritos académicos por necesidades del trabajo. Nada más.
Pero la verdad es que sí escribía. Escribía para mí. Como deleite, como desahogo, como catarsis. Textos muy personales que al paso del tiempo me mostraron qué y cómo pensaba en ciertos momentos y ante determinadas circunstancias. No era un quehacer, sino una inspiración, un placer. Con estos escritos personales descubrí que no somos mejores ni peores, sino que somos fluctuantes en una sociedad líquida que se dificulta aprehender. Conservo varios volúmenes manuscritos y algunas de sus páginas pasaron a mi libro “El milagro del comienzo”, (Palibrio, Bloomington, IN, USA, 2012).
Agradezco a dos personas el impulso que me dieron para atreverme a publicar lo que escribía: Luis Gerardo Martínez García y Lizardo Enríquez Luna, ambos amigos entrañables. También agradezco a la Academia Mexicana de la Educación, Sección Veracruz, que me cedió el primer espacio para publicar, y a la revista impresa Sin Recreo que permitió la publicación de mis primeros ensayos cortos.
Agradezco a los directores de Diario de Xalapa que han autorizado mis colaboraciones y también al trato amable y gentil de Juan Tosca Cruz y Antonio Ayala Sánchez, quienes me han apoyado en cualquier eventualidad. Octavio Paz dijo «Todas las sociedades humanas comienzan y terminan con el intercambio verbal, con el decir y el escuchar. La vida de cada hombre es un largo y doble aprendizaje: saber decir y saber oír». La experiencia me dice que también saber narrar, dialogar e intercambiar ideas, persuadir el hacer, transformar el pensar, concretar lo que el pensamiento construye y aprender el diálogo a distancia con cualquier autor que nos plazca.
Tal vez nunca aprendí a escribir, pero me agrada hablar del ser humano. Somos el centro de las maravillas y los conflictos, del problema y la solución. Dentro de lo que estudio y manejo en mis actividades cotidianas, busco llegar al lector con algunas cápsulas sobre aspectos que por lo general pasamos desapercibidos, como las motivaciones del ser y el hacer, las dimensiones social, emocional, comunicativa, espiritual y ética, y a veces abordo algunos temas educativos.
Aunque muchas veces afirmo los conceptos, la verdad es que el lector siempre debe leerlos a través del cristal de la duda. A lo que realmente aspiramos al escribir, es a que se cuestione lo leído bajo el criterio propio y se genere una discusión interior sobre el tema. A diario, donde más aprendemos, es en la observación y el diálogo. El diálogo exige una postura que pueda reafirmarse, mejorarse o cambiar. Exige material informativo, disposición y una mente permanentemente abierta.
Muchas veces cito libros esperando que alguien decida leerlos. La lectura nos transporta a otros escenarios y nos hace introducirnos en espacios que de otra manera tal vez no podríamos conocer. Por eso creo que, si queremos pensar, percibir siquiera el universo, tenemos que hacerlo a través de la observación, el diálogo y la lectura. Los libros son la vía por excelencia para conocer más allá de nuestras posibilidades físicas de tiempo y espacio.
gnietoa@hotmail.com
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