Apenas año y medio después de los festejos mundiales por el nuevo milenio, un atentado terrorista hace caer las torres gemelas del World Trade Center, símbolo indiscutible del poderío estadounidense. El filósofo francés Jean Baudrillard (1929-2007) llama a este episodio un “acontecimiento absoluto” para dar a entender que sintetiza una época. De esta manera, una vez más, un nuevo siglo comienza su historia política de modo violento.
La última década del siglo XX había estado marcada por los efectos políticos, económicos y geográficos causados por la disolución de la Unión Soviética y la proclamación del triunfo del capitalismo a escala mundial. Semejante ilusión duró poco. Muchos filósofos la denunciaron en su momento, pero hubo que esperar hasta el nuevo milenio para que el mito comenzara a caer.
Las protestas masivas se multiplicaron. En el primer mundo las multitudes protestan contra el modelo de capitalismo que ha conducido a enormes desigualdades y desempleo. En Medio Oriente se produce la llamada “Primavera Árabe”, que provoca la renuncia de varios gobernantes autoritarios. Filósofos como Toni Negri (Italia, 1933) y Michael Hardt (EE.UU., 1960) reconocen en esos episodios los modos de hacer política que habían descrito a comienzos de la década.
Al mismo tiempo se multiplican en el mundo los reclamos de distintas minorías; muchos de ellos consiguen avanzar en sus reivindicaciones. La militancia ecologista afecta el modo en que los individuos y gobiernos se relacionan con el medio ambiente, y la lucha de las minorías sexuales lleva al creciente reconocimiento de los derechos de parejas del mismo sexo.
Los avances de los últimos 30 años del siglo XX en el conocimiento del funcionamiento cerebral han revolucionado la psicología y la neurología, y han dado lugar a una proliferación del prefijo “neuro”: neurociencia, neuroeconomía, neuroética, neuropolítica, neurofilosofía… Ese escenario ejerce una profunda influencia sobre las elaboraciones de muchos filósofos contemporáneos.
Además de las neurociencias, los filósofos del siglo XXI expresan un especial interés por la economía, a la luz de la persistencia de la pobreza extrema en grandes regiones del mundo. El ejemplo más destacado es el de Amartya Sen (India, 1933), ganador del premio Nobel de Economía en 1998, quien ha escrito numerosas e influyentes obras filosóficas sobre justicia social y es uno de los principales defensores de la idea de que la economía no puede separarse de la reflexión filosófica sobre la ética.
El desarrollo de la biología y la medicina, las nuevas tecnologías de la salud y el creciente poder de los laboratorios han conducido a los filósofos a reflexionar sobre los problemas en torno al concepto mismo de vida. Las cuestiones de bioética han suscitado apasionados debates. La pluralidad de enfoques de la filosofía actual es el resultado de diferentes reacciones ante la filosofía que las precedió. Gianni Vattimo y Jürgen Habermas consideran que las ideas dominantes durante la segunda mitad del siglo XX deben ser profundizadas.
Uno de los elementos centrales de la filosofía del siglo XXI es la recuperación del concepto de sujeto. En el sentido habitual, “sujeto” es todo aquél que realiza una acción. En filosofía se habla de “sujetos del conocimiento”, “sujetos políticos”, “sujetos morales”, “sujetos hablantes”. Para entender la política, el conocimiento, el lenguaje o la ética, había que estudiar a los sujetos. Giddens y Beck caracterizan a la sociedad contemporánea como una “sociedad del riesgo”. El dilema principal de esta sociedad no es el conflicto entre grandes proyectos políticos, sino la manera de afrontar los distintos riesgos que el Estado debe manejar: el peligro del desempleo, de la contaminación ambiental, de la discriminación.
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