La capacidad de profundizar en los aprendizajes, construir por medio de ellos, extenderlos a través de la palabra, hacer uso de la creatividad y la imaginación para transformar el entorno y tener conciencia plena de todo esto, son características propias del ser humano. Conviene leer lo que dice el famoso médico neurólogo portugués Antonio Damasio, profesor de Neurociencia en la Universidad del Sur de California, donde además dirige el Brain and Creativity Institute, respecto a estos rasgos humanos en su libro: “Y el cerebro creó al hombre”, Editorial Planeta Mexicana, 2015.
Damasio cuestiona: ¿Cómo pudo el cerebro generar emociones, sentimientos, ideas y el yo? En la primera parte de su libro se centra en cómo el cerebro construye a la mente, y luego en cómo el cerebro hace que esa mente sea consciente. Pocas cosas humanas suelen ser tan extraordinarias al permitir la contextualización del entorno y del yo para saber quiénes somos y qué pensamos, dotando a la mente de subjetividad, memoria y razonamiento.
“Sin la subjetividad –dice Damasio– la creatividad no habría florecido y no tendríamos [filosofía, ni arquitectura, ni] canciones, ni pintura ni literatura. El amor nunca sería amor, sólo sexo. La amistad habría quedado en conveniencia cooperativa. El dolor nunca se habría convertido en sufrimiento... el placer tampoco se hubiera convertido en dicha o en gozo... No existiría el conocimiento... nadie que se fijara en las cosas y dejara constancia de ellas; es decir, no habría cultura ni historia...”
La conciencia puede ser considerada como algo natural, pero una vez analizada, aunque sea por curiosidad, la verdad es que desconcierta. ¿Cuál es el asiento de la mente? Algunos aseguran que reside en el cerebro, y éste es parte del cuerpo. Entonces el cerebro ¿cómo origina la mente? “Las propiedades de la mente –de la mente consciente– parecen ser tan radicalmente distintas de las propiedades de la materia viva visible, que los más juiciosos se preguntan de qué modo un proceso –las mentes conscientes– se combinan con el otro proceso –las células físicas que conviven en agregados llamados tejidos–.”
Según Antonio Damasio, el filósofo francés René Descartes estaba equivocado al decir que la mente estaba totalmente separada del cuerpo, cuando en realidad está presente en la entidad física del ser humano. Para Damasio, las emociones y otros estados arraigados en lo físico influyen profundamente no sólo en las cosas que son objeto del razonamiento de las personas, sino también en el modo en que razonan.
(A. Damasio. “El error de Descartes. La razón de las emociones”, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1999).
Sólo en tiempos más recientes y gracias a las influyentes aportaciones de científicos y neurólogos como Joseph LeDoux y Antonio Damasio, entre otros, se ha aceptado que la consciencia no es el único elemento que ocupa la mente o, dicho de otro modo, que el cerebro, cuya operación produce lo que llamamos el pensamiento consciente, es igualmente el origen de las emociones. (“Emociones y cerebro”, Carlos Belmonte M., Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Instituto de Neurociencias, San Juan (Alicante) España).
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