Gilberto Nieto Aguilar
Esta es la segunda Navidad dentro de la época del Covid 19. Hace un año fue gris y no blanca, triste y no feliz, luctuosa y no fastuosa, en comparación con los años anteriores. Los comercios perdieron o, al menos, no tuvieron las enormes ganancias de antaño. La gente, temerosa, había olvidado la sonrisa, con la mirada perdida en lugar de la chispa alegre de otros años.
En esta Navidad se nota una diferencia, quizá por la tregua declarada a la pandemia. Todavía hay resabios y temor, todavía se conservan los cuidados impuestos por casi dos años de previsión y sanidad. La vacuna ha logrado calmar la insaciable sed del Sars-Cov-2, pero el peligro acecha detrás de la puerta, en la calle y los lugares públicos.
Pero, eso sí, tenemos el ánimo de decirnos: «Que tengas una feliz Navidad y un venturoso Año Nuevo» a pesar de la adversidad, en medio de momentos en que nos llegan las noticias alarmantes de otros países. Los adictos a las redes sociales escuchan y leen las exageraciones de gentes sin oficio que disfrutan sembrando confusión y dudas. Varios mitos se han roto en este par de años.
En realidad, la mejor actitud es disfrutar estos días navideños y de fin de año, como solíamos hacerlo. Sólo que con algunas restricciones por seguridad. Es temerario, pese a los ejemplos públicos, hacer la fiesta en grande, pues enero quizá sea el parteaguas para delimitar nuestro futuro inmediato. No es tiempo de ser imprudentes ni de asumir actitudes justificativas.
Faltan muchas cosas por ver, como los efectos de la cruda económica de México, la reactivación de la economía internacional (que también nos afecta), los acuerdos secretos y oscuros de las poderosas farmacéuticas y laboratorios mundiales para decidir el destino del Sars-Cov-2, en contubernio con las grandes empresas transnacionales que manejan el dinero del mundo y, tal vez, con la participación de algunos gobiernos poderosos.
Mientras, permanezcamos a la espera y tracemos nuestro propio plan de seguridad. Nadie nos protegerá mejor que nosotros, así es que hagamos lo que debemos hacer por nosotros y nuestras familias, que son nuestros amores y nuestra responsabilidad. Lo demás es sólo especulación. Los dueños del mundo hacen lo suyo y los ciudadanos debemos hacer lo nuestro, respetando el criterio de cada quien.
En este periodo hemos de encontrar mejores formas de vida para seguir adelante, ya que la pandemia nos ha enseñado a distinguir aquello que es más importante para una mejor existencia e incluso mejores formas de convivencia.
La veleidad y la expresión de emociones encontradas y sin control hacen muy complejas las formas de convivencia humana, tanto en el hogar como en los espacios laborarles. Somos difíciles de tratar y frágiles para resistir la tentación de hablar mal de los demás. Nos relacionamos con espinas y cardos, y hasta intentamos perjudicar a los que nos rodean.
Más que esperar cosas mágicas en esta época, imaginemos propósitos viables, que podamos cumplir y que hagan más cálido y placentero nuestro entorno. Aprendamos a amar a los demás. Recuerden que lo que pensamos influye en nuestras actitudes. ¡Pensemos, hagamos, digamos o leamos con la mente llena de esperanza y buenos propósitos para esta Navidad!.
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