Para el hombre indiferente, la frase de Mahatma Gandhi no significa nada. El hombre, que evolucionó a pesar de las adversidades naturales durante cientos de miles de años gracias a su capacidad de pensar y razonar, no puede erradicar la corrupción, la hipocresía y la deshonestidad de sí mismo, ni mucho menos de la sociedad en la que vive. Es como querer matar al monstruo de mil cabezas. El hombre indiferente muestra poco o ningún interés, afecto o preocupación por los demás ni por la dinámica de lo que ocurre a su alrededor.
El hombre indiferente alimenta la voracidad desmedida de las personas que sólo quieren lucrar y tener poder, ya que abusan ante esa indiferencia con el fin de acondicionarlos a modelos mediáticos para poder controlarlos. La movilidad de los recursos financieros y comerciales de los países y el mundo abarca gran parte de las actividades del planeta, y en esa movilidad es común la ausencia de la ética pero abundan las políticas insaciables de expansión y crecimiento de unos cuantos.
En la mitología griega existió un monstruo de muchas cabezas similar a una gran serpiente llamado Hidra de Lerna, cuya característica de inmortalidad era que si le cortaban una cabeza, le crecían dos más. Le encomendaron su muerte a Heracles (Hércules, para los romanos) quien con la ayuda de su sobrino Yolao consumó lo que parecía imposible. A través de la fuerza (podría ser la de voluntad) y del pensamiento y la razón, logró acabar con el monstruo de mil cabezas.
De la misma manera que en un principio fue para Heracles, hasta hoy los gobiernos y la ciudadanía han sido incapaces de controlar al monstruo de mil cabezas llamado Deshonestidad y apellidado Corrupción, en gran medida por la indiferencia, la falta de empatía, la no-participación de aquellos cuyo mundo se reduce a lo inmediato. El monstruo tiene miles de formas para manifestarse, para encubrirse, para solaparse, para endulzar la debilidad humana, apoyado por la indiferencia hacia el análisis social y la comprensión de lo que sucede y que podría suceder en este mundo.
La Hidra de Lerna ha inspirado a los científicos por la metáfora que representa su aspecto y la resistencia a morir, para perdurar, para esquivar a aquellos que la pretenden matar. Sin embargo, la perseverancia y la inteligencia logran, en el mito griego, vencerla. En el hombre y la sociedad actual, poco inclinados a pensar y razonar para resolver su entorno y asegurar en mejores términos su sobrevivencia, olvidan que estos dos ejercicios le ayudaron a llegar al hoy.
La “aldea global”, como metafóricamente Marshall McLuhan ha llamado al planeta Tierra, está muy lejos de ser el sentir general de los pueblos que lo habitan, quizá por la política y la economía, por las ideologías y las culturas, por las fronteras y los nacionalismos, por la religión y las costumbres ancestrales, por las razas y etnias, por la historia y sus lenguas, por la ignorancia y la indiferencia, y quién sabe cuántas razones más.
Si en los países combatir al monstruo ha sido difícil, segmentada como está la humanidad, no puede enfrentar la corrupción que en buena medida está acabando con la naturaleza del planeta y tiene contrariada y de rodillas a la inmensa mayoría de los seres humanos. Despertar de esa indiferencia, interesarse por los demás y entender que cada quien tiene una participación que ejercer en esta sociedad, sería apenas el principio para adquirir una idea de lo que puede cambiar el mundo.
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