Mitomanía, mentira patológica o pseudología fantástica son tres de las formas en que los terapeutas y psiquiatras designan el comportamiento de las personas que mienten compulsivamente, de manera permanente y habitual. La mentira, el engaño y la simulación pueden ser algo intencionado y externo al individuo. La mentira patológica, en cambio, tiene más que ver con el interior del individuo, con la necesidad de crearse otra identidad, de querer vivir un mundo de fantasía (https://mentirapedia.com).
En la mentira patológica, la falsedad en sí misma no tiene tanta importancia como la percepción que de ella interioriza el sujeto, hombre o mujer. Hace de la mentira su vida, construye su identidad desde lo inexistente; de ahí lo patológico. A la larga, la mentira se vuelve una verdad para el mitómano; él o ella terminan creyéndola aunque para los demás resulte obvia la ficción que pregonan, generalmente alabando a su persona.
Existe un cuadro caracterizado por la continua construcción de falsedades, desproporcionadas con relación a cualquier ventaja que pudiera obtenerse y que puede llegar a configurar un engaño complejo y sistemático. Estas personas no temen que los demás pueden desentrañar sus mentiras, descubrir lo que es verdad o falso, encontrar el fondo de su intensión, que puede ser el gozo de alguna situación privilegiada, mantener una prebenda, sostenerse en una ubicación que le da satisfacción, obtener algún provecho.
Las mentiras compensatorias son el reflejo de una carencia emocional, que sustituyen culpando a los demás de sus errores e incompetencias. Dicen fácil que los demás les tienen envidia, que les quieren dañar o impedirles que asciendan, proyectando hacia ellos sus apetencias y mentiras para envolver su supuesto mundo de peligros. Suelen ser tan persuasivos que convencen a muchos de quienes les rodean para que crean sus mentiras.
Mientras no se les reconozca, los mitómanos son una calamidad, pues llenan el ambiente que les rodea de intrigas y mentiras que afecta a las personas del entorno en que se desenvuelven. El efecto que causan a su alrededor es devastador pues dicen las invenciones a su favor, ponen a unos contra otros con la finalidad de ganar algo, de destruir a alguien, de crear el ambiente que le conviene, para que les perdonen sus faltas o acciones, para sostenerse donde están.
La mentira no es ajena a nadie, se recurre a ella desde la infancia para evitar algún regaño de los padres, para justificar algún acto o una tarea no cumplida. Incluso siendo adultos, muchas personas recurren a la mentira para justificarse, pero no crean un mundo paralelo de fantasías a su conveniencia, porque entonces la mentira pasaría a ser patológica.
Leía en un libro cuyo autor no recuerdo: «¿Es posible que nuestro cerebro nos haga creer que hemos vivido lo que no hemos vivido? ¿Es posible tener recuerdos de situaciones que sólo hemos imaginado? ¿Tanto poder tiene nuestro cerebro y tanto puede engañarnos? ¿Cómo afecta esta valiosa capacidad de nuestro cerebro en nuestra conducta?» Al final, si en verdad podemos engañarnos a nosotros mismos, es que estamos a un paso de perder la cordura.
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