En el acontecer de la vida hay muchas “subidas y bajadas”, muchos cambios por dentro y por fuera de las personas, los grupos, sociedades e instituciones creadas por el hombre. Estos cambios no siempre obedecen a fuerzas positivas o de progreso, sino también a fuerzas destructivas, involutivas, de pasiones negativas, dejadez o negligencia. Lo que hoy es, quizá mañana ya no lo sea.
En un pasado donde median siglos de hechos, la vida estaba marcada por desafíos como la comunicación y los medios de transporte, los servicios básicos (luz, agua, vivienda, salubridad, servicios de limpieza e higiene), la asistencia médica en un parto, por ejemplo, que generalmente se llevaba a cabo en condiciones precarias. No se había descubierto la penicilina (Fleming, 1928). Cuando se bebía leche de verdad, tal vez no se practicaba la pasteurización (1864), ni existían las vacunas que don Luis Pasteur le legara al mundo.
En comparación con ese hombre de hace siglos, el hombre actual ha experimentados cambios significativos en muchos aspectos de su vida. La esperanza de vida se dice que ha aumentado en general, pero la verdad es que la duración de vida de los adultos ha cambiado poco a lo largo de los dos últimos siglos. No así el de la niñez, pues ha disminuido mucho la mortandad infantil y el mundo se ha sobrepoblado como nunca.
El hombre actual se ha beneficiado con los avances en los cambios en la medicina, el conocimiento de las ciencia y el avance de la tecnología, lo cual podría decirse que ha mejorado su calidad de vida y su longevidad, si las comparamos con épocas pasadas. La evolución de la mente humana, en cambio, ha sido un proceso complejo y retardado. Hoy se dice que el desarrollo de las capacidades cognitivas avanzadas y las adaptaciones culturales han moldeado al ser humano moderno.
Por eso se habla mucho en estos tiempos de las diferencias generacionales, porque éstas reflejan las transformaciones sociales y, sobre todo, tecnológicas, que han impactado de distintas formas al comportamiento y las percepciones del mundo y de la vida de las personas de hoy. La Generación X (que ha recibido otros nombres nada edificantes), ha compartido cambios significativos en los últimos cincuenta años junto con otras generaciones como los Baby Boomers, Millennials y Centennials, estos últimos destacados por su dominio de la tecnología, su inmediatez para obtener información y su compromiso con las causas sociales a través de Internet.
Del homo sapiens que apareció hace 200 mil años y del neandertal que desapareció hace unos 30 mil años, surge el hombre moderno. No dudamos que pudiera haber otras razas más, pero estas son las precursoras estudiadas por la ciencia moderna y de las que evolucionó al homo sapiens sapiens actual, con una apariencia física consistente con los fenotipos de hoy.
Queda en el aire una pregunta de fondo sobre la evolución del hombre a través de los muchos siglos de su existencia, tal vez menos pensada, embelesados por los logros de unos cuantos que han movido al mundo. Hay vestigio de ello en todas las disciplinas del saber humano, en las actividades que realizan hombres y mujeres, en las religiones, en algunas sectas humanistas, grupos intelectuales, congregaciones de meditación, grupos activistas, etcétera, que promueven el bienestar social de alguna forma.
Grandes cantidades de seres humanos ¿en qué están? ¿En qué andan? Esa prodigiosa mente humana que ha creado y transformado al mundo, no trabaja en forma colectiva para el progreso de la aldea planetaria, ni para un país, una región, una ciudad y, algunas, ni siquiera para el progreso armónico y el bienestar de una familia. ¿Dónde está esa potencial energía que produce la mente humana? ¿En qué se pierde?
gnietoa@hotmail.com
|
|