Gilberto Nieto Aguilar
En un país donde todo es posible, uno puede creer que la honestidad y la cordura están muy lejos de la cabeza que gobierna. Alberto Zavala O.
Hace años hice referencia, en temas de la política, de Don Manuel Fraga Iribarne (1922-2012), político español ex presidente de la Junta de Galicia y fundador del Partido Popular, quien escribió un artículo titulado “Ser político en el mundo actual”, 9 años antes de morir, donde plasma su pensamiento y su experiencia. Fue un gran político, diplomático, profesor de Derecho y ponente de la Constitución española de 1978, documento que, junto con la voluntad ciudadana, cambió la imagen y la vida del pueblo hispano.
Hace algunos años pasé varias semanas en Madrid y escuché hablar muy bien de Don Manuel Fraga. Por aquel entonces era presidente del gobierno español José María Aznar y el gobierno se veía sólido, sin nubes de tormenta en el escenario del Partido Popular, ni se esperaba la guerra norteamericana contra el terrorismo islámico ni el atentado de la Estación de Atocha, en Madrid.
Pero la política es circunstancial y puede cambiar de un momento a otro, sobre todo en países más avanzados en el oficio democrático. «¿Qué es lo que debe hacer un político?» –se preguntaba D. Manuel Fraga–. En primer lugar, respondía, intentar establecer y mantener un orden social aceptable. «Un hombre (que es ‘poco más fuerte que otro’, como dijo Hobbes) ha de gobernar a otros; unos pocos [gobernarán] a la gran mayoría».
Durante milenios, el orden agrario facilitó las cosas. La tierra producía un orden social natural. Pero hoy no es así, los cambios constantes y rápidos en el saber y en el hacer han alterado la simplicidad de la vida rural y han complejizado la urbana. La tecnología, los métodos de producción y la prestación de servicios, han transformado el mundo laboral y doméstico.
Antes había que salir a la calle para enterarnos de lo que estaba pasando en el mundo. Luego, la prensa se encargó de informarnos; más tarde la radio y la televisión hacían que en horas se supiera lo que ocurría en las antípodas, pero ahora las redes sociales difunden información al instante por todo el orbe. Sólo se recomienda aplicar el criterio personal y el buen juicio para no llenarnos de basura y desinformación, quedándonos, de paso, sin argumentos válidos para pensar y decir.
Los medios de comunicación producen un orden social más complicado, más frágil y más inestable, escribió Manuel Fraga. Aún así, dentro del ya establecido –continúa–, hay que promover ideas, planes y programas para el bien común, de grupos humanos cada vez más numerosos y exigentes. Hay
que procurar la seguridad básica, interior y exterior; establecer un orden de justicia capaz de mediar en los inevitables conflictos sociales, evitando que lleven a soluciones violentas. Hay que lograr un sistema económico, capaz de garantizar niveles mínimos de subsistencia para todos; hay que garantizar servicios sociales que permitan una vida aceptable, lo que Aristóteles llamaba la “buena vida”.
En este hacer del político que gobierna a un pueblo o una nación, recalca que son puntos clave, evidentemente, la educación, la sanidad, la lucha contra la marginación, la defensa de una vida familiar digna, la seguridad en calles y negocios. El instrumento básico para conseguir todo ello es un sistema razonable de poderes públicos, la ordenación de los mismos, la Constitución como rectora del ejercicio de la política pública y el respeto a las leyes y al sistema de administración de justicia.
Estabilizado el sistema, hay que actuar dentro de él. Siempre el ideal ha de ser la vocación fundamental del político; siempre lo mejor ha de ser su objetivo último. Cómo mejorar la vida de los hombres, de las mujeres, de los niños, de los ancianos, de los enfermos, debe ser la razón que los obligue y los motive, sin olvidar que toda realidad política incluye la negociación, el acuerdo, el sacrificio de algo para lograr otra cosa más importante o más urgente.
Hay límites racionales y éticos a los que no se puede renunciar; líneas rojas que no se pueden traspasar. El fin puede justificar algunos medios, pero no todos. Este es el terreno real, difícil y a menudo resbaladizo de toda política. Ello aumenta, sin duda, la responsabilidad personal e histórica de los políticos. Desde los filósofos chinos y los griegos, se buscan fórmulas para interpretar, dirigir y mejorar la acción política. Hay que valorarlas pero no ignorarlas.
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