Como expresé en la colaboración anterior, una de las más preciadas joyas sociales de las últimas décadas son los derechos humanos. El deber que tenemos es el de conocerlos, comprenderlos y asimilarlos a nuestro pensamiento cotidiano, y tal vez sea útil partir de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la ONU, para comprender mejor el contexto de nuestras leyes y su aplicabilidad.
En cuanto a las niñas, niños y adolescentes (NNA), la parte más delicada corresponde principalmente a los padres y a los maestros. Algunos padres no están muy conscientes de esto, no tienen quién les señale estas obligaciones y quizá llevan el peso de su responsabilidad como Dios les da a entender y en algunos casos tal vez sean omisos. Nuestra cultura en este renglón necesita de más tiempo para que se aclimate al medio y queden incorporados sus principales elementos en las formas de pensar y hacer, y en nuestras costumbres habituales.
Los maestros tienen instancias de dirección y control que les piden informes o rendición de cuentas de cuanto sucede en las escuelas. Esta asimilación a la cultura escolar está sufriendo su acomodo y adaptabilidad con sus respectivas dificultades de comprensión y aplicación, para armonizar el clima escolar con las actitudes y conductas de los alumnos, padres y maestros. Hasta hoy las autoridades sólo van sobre los directivos y docentes, sin atender la corresponsabilidad que aparece ya en las leyes de la materia (LGE, Art. 78; LGDNNA, Art. 6, fr. IX, entre otros). Ignorar los preceptos de ley no exime ni a padres ni a maestros de la responsabilidad.
En 2014 se publica la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, actualmente en vigor. Pero además, las escuelas (directivos y docentes) necesitan conocer la Ley 303 y los «Protocolos para la identificación, prevención e intervención en el acoso escolar, el maltrato infantil y actos de connotación sexual», ambas del estado de Veracruz, con la finalidad de analizar la parte que corresponde a cada quien, padres, docentes y directivos, porque el grado de corresponsabilidad suele ser diferente.
En las escuelas, directivos y docentes sienten que laboran en una zona minada, lo que les resta autoridad y les coloca barreras en el cumplimiento de su labor. Esto sencillamente no puede ser, porque no se estaría cumpliendo el papel fundamental que señalan el Plan y Programas de estudio. Tampoco se puede negar la importancia de dicha ley ni de los Protocolos, que protegen a niños y adolescentes y les ofrecen una serie de ventajas para tomar decisiones que les conciernen.
En estos momentos las conductas de los NNA son muy complicadas, pero resulta que en los hechos reales, es más complicada la postura y actitudes de los padres, que debieran ser coadyuvantes y corresponsables en estos menesteres. La obligación de formar a sus hijos es recíproca, pero algunos padres no lo ven así y esto ha traído muchos problemas a las escuelas. Los sistemas judiciales cuentan con numerosas deficiencias y hasta el momento no son la opción conciliadora.
El conocimiento de estas normas y la reflexión sensata que de ellas se haga, por todas las instancias que tienen que ver con la formación y conductas de los NNA, será muy saludable para que los menores desarrollen sus habilidades de autocuidado, fundamenten su toma de decisiones y logren la autorregulación de sus emociones. El deseo de probar cosas nuevas y la necesidad de encajar socialmente les hace cometer muchos errores cuando no tienen la confianza y comprensión de un adulto cercano, preferentemente de los padres.
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