Soy un tipo común, un mexicano que se gana la vida trabajando para mantener a su familia. Vivo al día, luchando por no desequilibrar el presupuesto familiar cuando me tomo unas chelas con los amigos o cuando hacemos una fiesta familiar, siempre pensando en los imprevistos y la manera de resolverlos. Pero hoy tenemos unos pesos extras por el aguinaldo. Esto no lo entenderán jamás los pudientes, los políticos de ayer y ahora, los que no saben de estrecheces ni de angustias, de carencias o negaciones.
Bueno, total, en el mundo existe de todo. La mente humana, aunque obedece a patrones genéticos y sociales, tiene un amplio poder de autonomía y puede pensar de formas diversas y múltiples una misma cuestión. El ser humanos es y no es al mismo tiempo, porque al cambiar el ritmo de sus impresiones modifica su pensar y su sentir.
Gabriel Brener dijo, sobre el trabajo educativo, lo que puede aplicársele a la vida: “es un territorio de enormes paradojas, donde no abundan las certezas ni las respuestas eficaces elaboradas de antemano. Parece que lo cotidiano se va haciendo con la irrupción de lo imprevisible…” pues como afirma Edgar Morin, en esta vida lo único seguro es la incertidumbre.
El hombre ha sido reacio en aplicar lo que pregona. Dicho de otro modo: elabora un buen pensamiento pero su naturaleza genética lo arrastra a lo simple e intuitivo, a la imitación del simio, nuestro viejo abuelo. Como ejemplo real de esta condición maleable podríamos citar a los alemanes, que siempre han sido un pueblo culto y emprendedor.
Los franceses lo pregonaron mientras las fuerzas germanas avanzaban invadiendo territorios, doblegando por la fuerza bruta la voluntad de otras naciones, quebrantando convenios firmados de paz, ganadas las conciencias del pueblo alemán que obedecían un orden y un supuesto ideal. Desde ese orden natural que propagaron, fueron capaces de concebir y llevar a cabo las peores aberraciones que se puedan imaginar. Se quebrantaron conductas rectas y éticas de muchos profesionales y ciudadanos después de escuchar la voz del líder.
Así ha sido a lo largo de la historia. Para extender una determinada forma de ser y comportarse, de creer y adorar, el hombre ha encontrado las mejores justificaciones en la divinidad y el orden natural de las cosas. Los grandes pensadores de alguna
manera han contribuido a ello: le dan forma a una idea, sugieren cómo puede aplicarse y la establecen como forma aceptable de vida. Hoy las ideas se liberan al peligroso acuerdo y consenso social mediático. La filosofía grecorromana y la teología de la edad media moldearon el pensamiento occidental que nos ha llegado resonando en los ecos de rebeldía de los renacentistas italianos y los revolucionarios ingleses y franceses.
Pero bueno, yo estoy en México, aquí y ahora, gozando y sufriendo mi mexicanidad. Luchando por encontrar los caminos de las oportunidades para tener una mejor forma de vida, tratando de entender a los políticos que llevan al país a dónde quieren y como quieren, preguntándome a diario qué va a suceder mañana que sea mejor de lo sucedido hoy, y por qué la raza humana, después de tantos milenios de cultura y civilización, continúa cometiendo los mismos errores contra sí misma.
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