A veces me he sentido mal, vacío, deprimido, “arrastrando materialmente la cobija” y aparentemente sin un asidero o aliciente al cual aferrarme. Por ello hoy deseo comentarles sobre tal situación anímica que padecemos en ocasiones los comunes mortales de carne y hueso. Observamos en esta época dinámica a muchos individuos deambular por la vida con un gran fardo de angustias, inseguridades, desasosiegos y penas, sin voltear para nada sus ojos hacia el ángulo positivo de las cosas. Dichas personas, aun en los momentos de menor tensión, en los espacios de informalidad y entretenimiento, se manifiestan hostiles, hurañas o agresivas, como pretendiendo desquitarse, en sus semejantes, de los problemas que les aquejan. Muchas de esas pretendidas tribulaciones son superables, pero los interesados les otorgan más importancia de la debida y se ahogan materialmente “en un vaso de agua”.
Muchos de nosotros andamos a veces lamentando nuestra suerte, nos quejamos de que la vida nos ha tratado muy mal, que carecemos de “estrella” y de respaldos, pero no queremos enfocar nuestros ojos hacia tantos infelices connacionales que están en pésimas condiciones, que carecen de lo indispensable y que todavía poseen la entereza para sobrevivir y apoyar a los suyos. En ese sentido, hay que ver la existencia con realismo y optimismo, preocuparnos sin llegar a la angustia paralizante o al pesimismo estéril. Bastante difícil es la vida misma para que todavía le adicionemos nuestros resabios de inconformidad y nuestra retahíla de tensiones. Supongo que la mayoría vamos deambulando por el mundo sorteando obstáculos, transitando por vericuetos diversos y cayendo en ocasiones, pero lo importante es seguir adelante, asimilando enseñanzas de los errores y de las derrotas. Muchas de nuestras dificultades y conflictos tienen solución, muchos de esos fantasmas que nos aplastan suelen ser más ilusorios que reales; el asunto es que por lo regular nos enclaustramos y nos aherrojamos a nuestras “cadenas de amargura”. Mientras no se descubra el elixir de la alegría permanente, ni se inventen las cápsulas del optimismo o la pócima contra el desánimo o el malhumor, es recomendable superar nuestras depresiones enfrascándonos en buenas lecturas, practicando deportes al aire libre, escuchando música, propiciando cambios de ambiente o escenarios, rompiendo con las ataduras enajenantes y sobre todo moviéndonos en términos de comunicación humana continua, para no naufragar en la soledad de los pensamientos perniciosos.
A una estimada compañera de trabajo, cuando la detectaba desarticulada, cuando la veía triste y deprimida, la incitaba a superar su particular conflicto y al externarme ella que “se sentía como chancla”, a ras del suelo, sin ánimos, le enfatizaba que se pusiera “unos tacones” de entusiasmo, que le imprimiera a sus actos “unos toperoles” de alegría y también que se administrara “unas medias suelas” de vigor anímico, toda vez que nadie más que el afectado o afectada pueden solventar, en su esencia u origen, la crisis depresiva o el problema de baja estima subyacente. Por otra parte se dice por ahí que es muy saludable reír, solazarse con las locuras u ocurrencias de los demás, pero más importante psicológicamente hablando es reírse de uno mismo, verse cada cual en su exacta dimensión, con sus errores e imperfecciones, con su egolatría y presunción soterradas, con toda esa inmodestia, ausencia de humildad y soberbia implícita, para como efecto de lo anterior obtener cada quien su enseñanza positiva, para entender y aceptar mejor a nuestros semejantes y asimilar que ninguno está ajeno a las nimiedades, a las supuestas tonterías, ni a los ridículos de este mundo. Expresan los enterados que el pesimismo es la propensión para ver y juzgar las cosas en su aspecto más desfavorable. Una actitud pesimista exagera los aspectos negativos de una situación y éstos opacan toda actitud positiva; tal proceder hace más difícil superar una situación cuando las cosas no suceden de la manera como se pensaba.
Así que mi recomendación estimados lectores es que al mal tiempo buena cara, ya que por muy difícil que sea la situación que estemos pasando ya lo dijo el extraordinario poeta libanés Khalil Gibran: “Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes”.
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Atentamente
Prof. Jorge E. Lara de la Fraga
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