Jorge E. Lara de la Fraga
De momento recordé lo que han expresado investigadores y científicos sobre el origen de ese virus maligno que nos tiene al borde de la angustia y de la incertidumbre. En términos muy concretos tales especialistas indican que el causante principal de esa pandemia es el mismo ser humano, ante su comportamiento irracional y devastador contra la madre naturaleza. En su loco afán de obtener ganancias y predominio, ese ente que se ufana de ser el soberano del planeta contamina agua, tierra y aire, destruye ecosistemas, arrasa contra animales y vegetales, así como propicia el sobrecalentamiento de la tierra, exponiendo a toda la humanidad a un devenir caótico progresivo donde pueden sobrevenir nuevos males parecidos al actual o de superior malignidad.
En tal entendido, si la comunidad mundial pretende sobrevivir tendrá que reinventarse – lo cual lo veo como un difícil y complicado reto – toda vez que para ello se requieren acciones internacionales consensuadas de gran calado, a fin de cambiar el actual estado de las cosas, tales como estrategias ecológicas que amengüen el desequilibrio, el uso de las energías limpias, el retorno a las prácticas naturalistas, la transformación de hábitos alimenticios, la eliminación de industrias contaminantes, los programas educativos – culturales de concientización destinados a todos los sectores, especialmente a las nuevas generaciones y un largo etcétera.
Lo plasmado en el párrafo anterior bien pudiera parecer para muchos una soberana tontería o un loco sueño en una noche calurosa de verano, pero en el fondo no es así. De antemano entiendo que los países industrializados más poderosos del mundo no estarán de acuerdo en afectar sus supremos dividendos para “auxiliar ecológicamente” a todo el conglomerado humano pero si se imponen acuerdos o términos contundentes generales sobre el caso para evitar el colapso generalizado es de suponerse que varias naciones se ajustarían a dichos postulados. Aquí no se valdría ubicar la frase de ese petulante soberano francés que dijo: “Después de mí, el diluvio…”. Son lapsos significativos para la humanidad; aun es tiempo de reencauzar el rumbo… “La prevalencia de brotes epidémicos es el aspecto menos explorado del cambio climático. No obstante, hay evidencia suficiente para establecer que la deforestación, la destrucción de ecosistemas para liberar tierras de cultivo, los asentamientos humanos irregulares y el aumento de la temperatura del ambiente, tienen efectos nocivos sobre las cadenas nutritivas biológicas y que dichas alteraciones pueden derivar en el contagio humano de virus y bacterias que se encontraban confinados en poblaciones animales.”
Invitaría o sugeriría respetuosamente a esos magnates ensoberbecidos o a los investigadores pragmáticos del cosmos que antes de hallar sitios estelares idóneos fuera de nuestro planeta para sobrevivir ante el caos ambiental y el sobrecalentamiento progresivo del orbe, encauzaran todos sus empeños y potencialidades materiales – económicas para coadyuvar al restablecimiento de la biodiversidad terrestre, porque la posibilidad vital fuera
de nuestro mundo no está “a la vuelta de la esquina”, que los exoplanetas probables con características parecidas al nuestro se hallan bastante distantes, a múltiples años - luz y que el anhelado acceso a sus órbitas es casi imposible con los vigentes instrumentos tecnológicos. Considerando tal escenario, resulta más razonable “enderezar nuestro hábitat biodiverso” de inmediato, antes de un desencadenamiento de sucesos que pongan en estado de peligro real a todos los seres vivos, incluyendo al soberbio y prepotente “rey de la creación”.
Si todavía existiera duda sobre el particular les recomendaría investigar a los lectores escépticos sobre las recomendaciones y reflexiones que ha externado el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). Entre otras cosas, dicho equipo especializado indicó que es altamente probable que el mundo alcance temporalmente 1.5 grados de calentamiento en los próximos 20 años; que lo pronosticado como una advertencia se ha transformado en una especie de sentencia inevitable sobre el futuro de millones de seres humanos que sufrirán los efectos del cambio climático en las décadas venideras. La pérdida de biodiversidad, los incendios forestales, el deshielo de los polos, la escasez de agua para consumo humano, el aumento en la magnitud y frecuencia de fenómenos meteorológicos, la acidificación de los océanos, el incremento en el nivel de los mismos, así como la pérdida de suelo cultivable, son algunas consecuencias del alza de la temperatura reportada por el mencionado IPCC.
Ahora o nunca, ese es el dilema actual o el compromiso ineludible del homo – sapiens, en el entendido de que conservar la biodiversidad se traduce en preservar las vidas humanas. Asimilar así mismo el peligro inminente de nuevas enfermedades y de que persiste una declaración acusadora definitiva: “Las mismas fuerzas que impulsan la extinción de especies, la pérdida de hábitat y el cambio climático, provocarán más pandemias en el futuro…”
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga. |
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