En mis épocas de docencia en servicio me vi obligado –al igual que muchos de mis compañeros- a participar en luchas legítimas para lograr prestaciones, servicios o apoyos a la educación, salarios dignos, así como para defender a colegas injustamente sancionados. Tales circunstancias de emergencia provocaron, en su momento, inactividad transitoria en nuestros centros de trabajo y la lógica reprobación de las autoridades. Superada la crisis, al retornar a las aulas, tratábamos de ponernos al corriente, cumpliendo con los aspectos básicos del programa de estudios y atendiendo a los educandos bajo nuestra encomienda.
Expreso lo anterior ante el singular suceso de una lucha bastante larga y desgastante que libran o efectúan profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, en contra de la denominada Reforma Educativa impulsada por la administración federal pasada. Todo parece suponer que con el advenimiento de las actuales autoridades nacionales y ante propuestas diáfanas de un cambio importante en el área pedagógica se allanarán los obstáculos y se superarán las discrepancias con ese sector sindical en rebeldía. El equipo de Andrés Manuel López Obrador y específicamente el Titular de la SEP están en la mejor disposición de resolver definitivamente el conflicto con los maestros y ya el Poder Legislativo ha emprendido las acciones concretas para reglamentar detalladamente el capítulo educacional y es de esperarse que los dirigentes insurrectos regresen al terreno del entendimiento y del diálogo civilizado, para que los planteles educativos operen y los niños y jóvenes sean atendidos como se merecen.
Los nuevos aires reformadores, impulsados por la visión de un cambio nacionalista y por el espíritu de lucha del magisterio comprometido, se reflejarán o proyectarán en los centros pedagógicos del país y tendrán como ejes importantes el desenvolvimiento armónico del educando, el conocimiento del patrimonio histórico de nuestro país, la trascendencia de los valores universales y la preservación de nuestro entorno ecológico. A grandes rasgos, el proceso formativo renovador comprende: organismo y lineamientos diferentes de carácter evaluativo, educación de calidad y gratuita para todos los niveles y sectores demográficos, ajustes constitucionales y normatividad específica consensuada, participación de maestros y padres en el proceso, fortalecimiento de la educación normal, materias y actividades obligatorias (anteriormente marginadas), becas, así como contenidos diferenciados por región y el respeto a la labor sindical democrática.
Como profesor jubilado, con inquietudes y preocupaciones reivindicadoras, rechazo y me incomodo contra esas actitudes obcecadas y fundamentalistas de los grupos que a la fecha todavía cuestionan los afanes reformistas emprendidos por la vigente administración federal. Desapruebo esa postura radical y excluyente que se niega al diálogo y al análisis objetivo de la problemática, ocasionando un grave daño a la niñez y a la juventud de las comunidades rurales. Rememoro lo que pronuncié en Orizaba, hace 5 años en esa cuna geográfica de la Reforma Educativa Liberal del siglo XIX. En el marco del evento “Elogio al Maestro”, expresé que no debemos desdeñar
nuestras raíces y nuestros orígenes. Que se impone reconsiderar a la educación como derecho a un desarrollo integral para la vida y para servir a una propuesta significativa del ser humano y de la sociedad… La esencia del normalismo no debe olvidarse, es tarea de todo docente rescatarla y promoverla con la palabra y con la acción ante las nuevas generaciones…Vayamos todos en pro de un normalismo crítico, eficiente, laborioso, con autoridad moral, con conciencia social, democratizador e incluyente, profesionalizado, creativo y humanista, defensor de la escuela pública laica y a favor de un nuevo y alternativo Proyecto de Nación. Ni más ni menos, así que a ponerse a laborar todos los verdaderos profesores.
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga |
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