Allá en mi “remota infancia”, por la década de los 50 del siglo XX, me deleitaba con las tiras cómicas y cuentos ilustrados de Flash Gordon o de Buck Rogers, personajes de la fantasía que efectuaban viajes espaciales y luchaban contra peligrosos adversarios de otras galaxias. No recuerdo detalles de esas historias que echaban a andar mi imaginación, pero sí puedo aseverar que desde ese entonces se inició en mi persona el interés por conocer algo más de ese misterioso universo que nos circunda. De manera afortunada, en mi camino encontré lecturas científicas que me orientaron y me permitieron desconfiar de esos farsantes que declaran sin fundamentos sólidos “el avistamiento” de naves interplanetarias o el secuestro (abducción) de seres terrestres por individuos de otros mundos. Estoy en contra de esos “engañabobos” que se embolsan buenos dividendos y todavía se atreven a calificar como escépticos a los que se apoyan en la ciencia.
A últimas fechas agrupaciones académicas, instituciones escolares públicas e investigadores han señalado la necesidad de fomentar y divulgar la ciencia, establecer una comunicación permanente con la comunidad para dar a conocer los avances científicos en el campo de la medicina, de la genética, en las áreas de la físico-química, en los ámbitos siderales o en el micromundo. Sobran las razones para que tal cuestión se lleve al cabo, pues las personas ameritan conocer los logros y éxitos para descifrar las interrogantes que nos plantea el mundo y el universo. Asimismo, el poseer un bagaje racional de lo que acontece a nuestro alrededor nos ubica y nos sitúa en la naturaleza; nos auxilia a percibir lo singular y a la vez lo común que somos en el cosmos. Ante todo hay que entender que la ciencia nos ilumina y nos permite ver la realidad a través de una ventana de reflexión y de conocimiento verídico. Como conocedor del valor que posee la educación, siempre que hay una reforma es mi deseo que se tome en especial consideración las potencialidades de los escolares y además que los docentes se respalden en la ciencia para que los niños, niñas y adolescentes comprendan mejor el mundo que los rodea.
Hay que voltear los ojos hacia las nuevas generaciones, son los renuevos de la esperanza y los entes promisorios del devenir cultural y filosófico. La gente mayor pareciera retornar a las concepciones tradicionales y no se atreve a ver más allá en este mundo contemporáneo dinámico. Se encuentra uno, de manera lamentable, con “elementos maduros” que creen que el mundo se acabará en el 2030 y que un gran terremoto afectará a gran parte de nuestro planeta en un lapso breve. Resulta inconcebible que personas con estudios del nivel medio superior o superior sean víctimas fáciles de charlatanes, alarmistas y de agoreros de calamidades globales. Por si fuera poco, esas generaciones que rebasan los 50 años paulatinamente se acercan cada vez más a las “verdades reveladas” y a los dogmas, pero escabullen el bulto para no atisbar esas nuevas ventanas que ofrecen la ciencia y la tecnología contemporáneas.
Para documentar más mi optimismo sobre la investigación y los avances de la inteligencia humana, indico que en el mes de julio del presente año de 2022 se reveló la primera imagen captada por el telescopio espacial James Webb, la cual muestra el universo primitivo de forma más clara hasta la fecha, que se remonta a unos 13,000 millones de años. Las nuevas instantáneas y datos científicos retratan exoplanetas gigantes, grupos compactos de galaxias y la nebulosa más grande conocida. Los expertos de la NASA aseveran: “Estas imágenes muestran como el telescopio Webb ayudará a descubrir las respuestas que aún no sabemos hacer, las cuales nos ayudarán a comprender mejor nuestro universo y el lugar de la humanidad dentro de él”. Es menester puntualizar que “James Webb” es un programa internacional dirigido por los EEUU y cuenta con el respaldo de la comunidad científica y de las agencias de Europa y Canadá. En un comunicado oficial los investigadores involucrados externaron: “La hermosa diversidad y el detalle increíble de las imágenes y de los datos recabados nos inspiraron a soñar a lo grande. Tales primeras observaciones revelan las capacidades de los cuatro instrumentos científico-tecnológicos de la última generación del telescopio espacial. La mirada del Webb a los precipicios cósmicos se aprecia en la imagen de la nebulosa de Carina, que revela las fases más iniciales y rápidas de formación estelar que antes habían estado ocultas. El prodigioso telescopio puede ver nuevas estrellas en desarrollo y estudiar el gas y el polvo que las forman…”
Se impone seguir investigando el macrocosmos, respaldarse en la investigación minuciosa, en las evidencias y en las observaciones persistentes; dejar de lado las elucubraciones, mitos y fantasías pseudocientíficas, tal como en su momento lo expresó el astrónomo y divulgador norteamericano Carl Sagan: “La ciencia es como una luz en la oscuridad, algo que es necesario fortalecer y avivar en estos tiempos aciagos de incertidumbres y de fuertes contradicciones humanas… En la ciencia no hay preguntas prohibidas, no hay verdades sagradas”. Así que adelante, con las nuevas herramientas y los dispositivos tecnológicos contemporáneos.
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga.
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