Un poco de historia patria no hace daño; es más, puede ser de mucha utilidad en estos momentos de zozobra, de emergencia, de virulencia mediática y de angustia lógica. En el año de 1911, el 25 de mayo, renuncia como Presidente de la República el C. Porfirio Díaz, obligado por las circunstancias socioeconómicas y políticas, ante el malestar popular y por probables presiones o sugerencias del gobierno norteamericano. Ante lo cual se nombra un presidente interino (Francisco León de la Barra) y se convoca a elecciones federales extraordinarias a celebrarse en el mes de octubre del mismo año. El resultado de los comicios respectivos es contundente: Obtiene el triunfo con más del 99% de la votación la fórmula integrada por Francisco I. Madero (Presidente) y José María Pino Suárez (Vicepresidente), respaldados por el Partido Constitucional Progresista (PCP), para desempeñarse en sus cargos durante el período 1911-1916, sin derecho a reelección. Todos contentos y felices, aparentemente, ven con expectación y beneplácito la toma de posesión de Madero el 6 de noviembre de 1911. En verdad fue un suceso sorprendente y singular, pues desde 1880, durante 31 años, brilló la aureola militar del “Héroe del 2 de abril” y se impuso la voluntad férrea del dictador Porfirio Díaz. Se iniciaba una nueva era esperanzadora para México bajo la guía del político idealista norteño, quien muy pronto experimentó los ataques emboscados del viejo régimen y las reclamaciones airadas de algunos de sus compañeros de lucha reivindicatoria.
A pesar de su contundente triunfo electoral, Madero ya en el mando supremo dispone el desarme de las tropas identificadas con su causa y otorga la confianza a las fuerzas castrenses heredadas e identificadas con el porfirismo, además no atiende ni responde de inmediato a las demandas agraristas encabezadas por su ex-aliado Emiliano Zapata, ante lo cual surgen los levantamientos de Pascual Orozco en el norte y de Zapata en el Sur, específicamente en el estado de Morelos. Por si lo anterior fuera poco, la prensa y los medios de comunicación de la gran metrópoli se lanzan con todo para denostar la imagen presidencial y configurar la percepción falsa de que Madero es endeble e indeciso, temeroso, que es un político sin talento y carente de talla visionaria. Aunque Madero realiza actividades loables, derrota al orozquismo, pregona y cumple con los postulados torales de la Constitución de 1857 los golpes arteros y las ofensas caricaturescas prosiguen viento en popa, muy a pesar de que el Primer Mandatario se reúne con todos los directores de los periódicos de la época y los invita a hacer uso conveniente de la libertad de expresión y a no distorsionar los sucesos acontecidos en la República. Todo es en vano, esos mercaderes difusores prosiguieron satanizando al gobierno, respondiendo a las indicaciones de los resentidos porfiristas, de los acaudalados hacendados, de los inversionistas y magnates locales, todo con el visto bueno del infame embajador estadounidense Henry Lane Wilson. A lo largo de 15 meses de mandato difícil y escabroso, Madero guiaba el barco en medio de colaboradores desleales y de pocos adeptos. Pronto sobrevendría el zarpazo final de sus enconados adversarios.
Los buitres y otras aves carroñeras hacen su aparición plena en el mes de febrero de 1913 y logran su pérfido cometido: efectúan un golpe militar para destituir a Madero
y colocar a un sustituto idóneo. El escritor, historiador y activista social Paco I. Taibo II en su libro “Temporada de zopilotes” hace una descripción puntual de lo que aconteció durante esa Decena Trágica, cuando la ciudad de México era un hervidero reaccionario y porfirista, donde los generales que juraban fidelidad al Presidente durante el día conspiraban en la noche para derrocarlo. La prensa operaba a favor de los conspiradores, los sectores privilegiados de siempre aplaudían a los rebeldes y Gustavo, el hermano de Francisco Indalecio, alertaba sobre los peligros y las poses falsas de varios militares, entre ellos aludía al taimado y tenebroso Victoriano Huerta. Ese texto “Temporada de zopilotes” de Taibo hace una reconstrucción minuciosa de la confabulación perversa, donde los personajes de ese tiempo desfilan en un relato fidedigno, “que aporta carne y hueso tanto a los detractores del gobierno como a los pocos fieles que, como el general Felipe Angeles, se rebelan contra la injusticia y se mantienen firmes ante la infamia…”
Lo acontecido en esos albores del siglo XX tiende a repetirse en este siglo XXI, donde el revoloteo de zopilotes circunda malévolamente de nuevo y se dirige hacia su objetivo principal para aniquilarlo. En el pasado fue Madero, hoy es López Obrador, los dos vencedores reconocidos en los respectivos comicios político-electorales (15 de octubre de 1911 y 6 de julio de 2018). Aún antes de tomar posesión, el hombre de Macuspana Tabasco ha sido el centro de ataques y descalificaciones, magnificando sus errores, sus omisiones y dejando de lado o en el olvido sus planes, proyectos y acciones para reencauzar el rumbo de nuestro país. Tales mentes prejuiciosas y carroñeras no quieren entender el mandato popular consistente en erradicar de tajo los vicios y lacras del pasado reciente y menos aceptar las políticas de austeridad, las acciones para abatir paulatinamente a la corrupción, la reforma energética, la reorientación presupuestal con un claro sentido redistributivo, el apoyo al agro y al ámbito agroindustrial, las estrategias para favorecer a los sectores desfavorecidos y el manejo equilibrado de las finanzas públicas, a pesar de las crisis y las presiones de toda índole.
Como en el momento actual los confabuladores y adversarios de AMLO no tienen a su lado los bastiones castrenses o policíacos, se han dedicado mediáticamente a erosionar la imagen y la labor de la administración federal. A través de los medios impresos, radio-televisivos y digitales esos agoreros del desastre nacional exhiben sus miserias morales y sus turbios motivos de predominio económico y del retorno ansiado al tobogán del descrédito. Inserto una réplica alusiva al caso, en estos lapsos del siniestro coronavirus: “Infames comunicadores y periodistas acostumbrados al cochupo que proceden de manera perversa desde su narrativa casándrica y de filia partidista, ensarapada, para alarmar a su audiencia, sin ofrecer un servicio público de apoyo a las medidas de emergencia sanitaria o para buscar una conciliación nacional ante la crisis pandémica…” Me interrogo: ¿esos perversos lograrán su cometido, o la sociedad al final los sancionará con el látigo de su desprecio?.
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Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga. |
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