El mal manejo de la crisis pandémica por parte del gobierno norteamericano encabezado por Donald Trump ha provocado decenas de miles de fallecidos en la Unión Americana; las cifras funestas saltan a la vista y en este mes de mayo serán más de 105,000 muertes en total en ese país y sólo en la ciudad de los rascacielos, en New York, tal virus mortífero ha enlutado a un poco más de 30 mil hogares. Los expertos y los organismos de salud indican que por lo menos 36 mil muertes podrían haberse evitado si se hubieran implantado medidas de distanciamiento social en los lapsos correspondientes, pero ahora ante la avalancha de decesos y la existencia de más de 40 millones de desempleados el controvertido e iracundo Trump fácilmente señala a China “con índice de fuego “ para culparla de la vigente contingencia mundial y también de manera melodramática condena a la Organización Mundial de la Salud (la OMS) por no haber alertado sobre la gravedad del terrible Covid - 19. No contento con ello todavía presiona a los gobernadores de los Estados para que salgan de la reclusión o cuarentena y se dispongan a dinamizar a la deteriorada economía gringa, sin importar los riesgos de mayores contagios.
Ese mandatario prepotente y enajenado, que se ostenta como el mejor presidente de imperio de las barras y de las estrellas, “durante enero y febrero de este año 2020 – a pesar de numerosas advertencias por sus propios asesores clínicos, de los chinos y de la OMS – insistió en que el virus no era nada grave, que todo estaba bajo control y que Estados Unidos tenía la capacidad suficiente para manejar el contagio; esperó hasta el 13 de marzo – después de varios días de autoelogiar el manejo del Covid – 19, para declarar una emergencia a escala nacional…” Cuando se le preguntó, en esos albores de la emergencia sanitaria, si su gobierno se había preparado con pruebas diagnósticas y con el necesario equipo médico, respondió con displicencia “yo no asumo ninguna responsabilidad”. Lamentable papel de un funcionario de su nivel, del país supuestamente más poderoso del orbe, que en estos momentos su territorio se haya convertido en el epicentro principal de la pandemia. En su mente distorsionada todavía aspira a ser reelecto para otro cuatrienio, como una justa recompensa a su desempeño, en el entendido que sobre el peliagudo asunto de la debacle existente él no fue informado oportunamente, que nadie podría haber pronosticado el desastre, además de insistir que su gobierno ha manejado de maravilla la contingencia y alcanzará el éxito a corto plazo. Ojalá ese “chivo en cristalería” no siga en el mando y que el electorado proceda con sentido lógico en las cercanas elecciones de los E.E.U.U.
El atrabiliario Donald Trump prosigue con su actitud y narrativa antichina, reiterando insistentemente que ese poder asiático está promoviendo “una campaña masiva de desinformación” sobre su desempeño en la política sanitaria, para “intentar desesperadamente desviar el dolor y la carnicería que su país propagó”, pero que tales perversos internacionales no tendrán éxito, pues la nación poderosa que él representa “está en la transición de regreso a la grandeza”. Lo que realmente incomoda y enfurece al inquilino temperamental de la Casa Blanca es que ese gigante del oriente ya está catalogado como la primera potencia económica del planeta, en razón de sus tasas anuales de crecimiento, coincidiendo en tal aseveración el Banco Mundial, el Fondo
Monetario Internacional, la Comisión Económica para América Latina y la OCDE, enfatizando al respecto que en las últimas fechas el producto interno bruto de China se ubicó en 19 billones 617 mil millones de dólares, mientras que para Estados Unidos su PIB (Producto Interno Bruto) arrojó o sumó 19 billones 519 mil millones, “diferencia a favor de la potencia asiática de medio punto porcentual.”
Por si todo lo anterior no pesara sobre la humanidad del energúmeno y prepotente mandatario norteamericano, tiene él todavía que sortear los obstáculos y críticas de sus adversarios políticos del partido Demócrata, sus querellas contra analistas políticos de su propio país, sus divergencias contra los sectores académicos – científicos de renombre, así como pagar las facturas respectivas por sus acciones fallidas para acabar con el gobierno venezolano de Nicolás Maduro; sin dejar de mencionar sus bravatas contra otros países como Irán, Corea del Norte, las represalias económicas contra Cuba y las agresiones militares “de baja intensidad” contra fundamentalistas del Corán, talibanes y palestinos insurrectos. Ese contemporáneo émulo de Nerón o de Calígula, como se ve, “no deja títere sin cabeza” y en el pecado arrastrará su penitencia.
Mientras tanto, en medio de la pandemia y de la crisis norteamericana, el analista y comentarista David Brooks, manifiesta: “Desde los escombros de un país que ha sufrido decenas de miles de muertes, millón y medio de contagios, y ahora más de 40 millones de desempleados como resultado del manejo inepto y criminal de la pandemia por la cúpula política, aparecen brotes organizados de solidaridad que podrían rescatar a Estados Unidos … Si algo ha dejado la pandemia al descubierto para todos es la extrema desigualdad, la injusticia económica y racial, así como la corrupción y deficiencia social del sistema estadounidense. Por lo tanto, algunos opinan que la crisis ofrece una oportunidad mayor para las fuerzas progresistas del país…”
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga. |
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