Hago un paréntesis necesario, de carácter educativo – cultural, para olvidarme un tanto de la enconada atmósfera política – electoral que priva en nuestro país, a consecuencia de los comicios intermedios que se escenificarán en el próximo mes de junio. Hoy abordaré un tema relacionado con un singular educador que se proyectó en la docencia y en la creación de obras pictóricas con mensaje social humanista.
El adolescente Norberto Martínez, veracruzano que nació en la localidad de Rodríguez Clara, con el respaldo pleno de su progenitora solicitó el ingreso a la Benemérita institución el 27 de diciembre de 1937; aprobó el examen de admisión y durante el período 1939-1943, como miembro de la Generación “Lobos”, cursó los estudios del nivel medio básico y del nivel profesional, bajo la directriz de dos ameritados docentes Calixto D. Hernández y Manuel C. Tello. Es pertinente mencionar que el joven de referencia estuvo como alumno interno durante los primeros 3 años y después pasó a calidad de alumno externo para cubrir el lapso profesional y las prácticas profesionales intensivas. Por esos años de 1939 a 1943 se desarrollaba lamentablemente la Segunda Guerra Mundial y nuestro país en cierta forma estaba involucrado en ese conflicto que provocó varios millones de muertos. Mientras en el mundo y en el país los sucesos se desenvolvían a ritmo acelerado, propio de los períodos de emergencia, en la Institución de Rébsamen, Carrillo y Gutiérrez se vivían lapsos de febril actividad académica en un marco pintoresco de la zona norte de la Ciudad Capital, con áreas verdes circundantes y con testigos de altura y calidad como el Cerro Macuiltépec y el Cofre de Perote. Ese espacio mágico donde funcionó el internado normalista de 1935 a 1940 tenía las condiciones materiales básicas para proporcionar una formación armónica a todos los alumnos del plantel. En esos primeros 3 años que cursó sus estudios de secundaria el adolescente Norberto tuvo que adaptarse a las normas del internado y asimilar desde muy joven que ese colegio era un recinto de avanzada que tenía como propósito vertebral formar docentes al servicio de la clase trabajadora.
Ese joven inquieto y versátil siempre tuvo muy presente que nuestro país demandaba profesores con las cualidades siguientes: Ser consistente y sano orgánicamente, de ideología y actuación proletarias, combativo en favor de los sectores marginados, con amor a la carrera magisterial y con un claro sentido de responsabilidad. Además, con la pertinente cultura general y pedagógica, con las necesarias habilidades en las artes, en los deportes y en las actividades productivas, sin dejar de lado los contenidos para la organización laboral, para la producción y para la distribución socializada de la riqueza. Todavía como alumno del nivel profesional se afilió nuestro personaje al Partido Comunista y trató en toda circunstancia de ser congruente en sus palabras y en sus hechos, a pesar de los problemas y peligros que se cernían sobre los disidentes al sistema, especialmente por esas épocas del partido dictatorial y hegemónico. Como futuro docente respondió a la formación que estaba asimilando en las aulas y así mismo permaneció atento a lo que acontecía en México y en el mundo. Presenta su documento recepcional en el año de 1943, a los 21 años de edad y obtiene el Título respectivo. En su interior se identificó con las coplas siguientes: “Ya me voy mi
Normal, pero me llevo la blancura de tu ideario, la esmeralda de tu esperanza y la pasión de tu entusiasmo”.
Después de cursar sus estudios profesionales en la Benemérita Escuela Normal Veracruzana, durante el período de 1938 a 1943, se decide iniciar sus estudios pictóricos en la Ciudad de México, en compañía de su esposa, la señora Leonor Tremari Pineda. Ya en el altiplano se incorpora a la Academia de San Carlos, hoy Facultad de Artes Plásticas de la UNAM y tiene relación con los maestros y con las realizaciones trascendentes de Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Juan O’ Gorman, J. Chávez Morado y González Camarena.
Manifiesto que el Maestro Norberto Martínez es un ilustre desconocido, porque se ignoran muchos de sus trabajos de caballete y de sus singulares obras murales realizadas en Xalapa, en Córdoba y en Papantla. Me permito, en razón del espacio disponible, destacar sus 3 realizaciones estéticas en nuestra Ciudad Capital y ellas son: en 1959, con el tema “El Comercio”, configura a base de mosaicos de vitricota elaborados por el mismo, su primera obra mural en el Mercado Jáuregui, plasmando una secuencia de imágenes desde la época prehispánica. En 1962 y en la Facultad de Derecho de la UV, proyecta en los tres muros del cubo de las escaleras del local su concepción sobre “El Pensamiento Jurídico”, incorporando facetas alusivas a nuestra Carta Magna y un recorrido sobre la historia legal en nuestro país. Entre 1963 y 1964 efectúa su último mural en nuestra Sultana del Macuiltépec, utilizando un espacio importante de lo que fue en un tiempo la Facultad de Pedagogía, Filosofía y Letras, ubicada en la calle de Juárez, a un lado del Colegio Preparatorio. Hoy podemos disfrutar ese esfuerzo creativo de Norberto Martínez, quien para el caso se sustentó en el tema “El Hombre y el Conocimiento” y trata de explicar a sus semejantes la naturaleza humana y su vinculación con la sociedad y la cultura.
Atentamente
Profr. Jorge E. Lara de la Fraga. |
|